Hermanos míos, ustedes que tienen fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo, no deben hacer diferencias entre las personas. Puede darse el caso de que al lugar donde ustedes se reúnen llegue alguien vestido con ropa elegante y con anillos de oro, y llegue también un pobre vestido con ropa andrajosa. Si ustedes reciben gustosos al que viste la ropa elegante, y le dicen: «Venga usted, siéntese aquí, que es un buen lugar», pero al pobre le dicen: «Tú, quédate allá de pie, o siéntate en el suelo», ¿acaso no están discriminando entre ustedes y haciendo juicios malintencionados?
Amados hermanos míos, escuchen esto: ¿Acaso no ha escogido Dios a los pobres de este mundo para que sean ricos en fe y herederos del reino que él ha prometido a los que lo aman? ¡Pero ustedes han despreciado a los pobres! ¿Acaso no son los ricos quienes los explotan a ustedes, y quienes los llevan ante los tribunales? ¿Acaso no son ellos los que blasfeman contra el precioso nombre que fue invocado sobre ustedes?
Bien harán ustedes en cumplir la ley suprema de la Escritura: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo»; pero si ustedes hacen diferencia entre una persona y otra, cometen un pecado y son culpables ante la ley. Porque cualquiera que cumpla toda la ley, pero que falle en un solo mandato, ya es culpable de haber fallado en todos.
Santiago 2: 1-10
Recuerdo jugar béisbol de barrio cuando era niño. Una vez, y esto no sucedía normalmente, terminé siendo el «capitán» de uno de los equipos. Elegir a los primeros jugadores de mi equipo fue fácil; Juan tenía un buen brazo para lanzar y también sabía apañar; Roberto bateaba bien la pelota; Larry, cuando no estaba siendo fanfarrón, lanzaba una bola rápida perversa.
Elegir a los siguientes jugadores se volvió más difícil, más emotivo, de alguna manera. Pedro era buen receptor, pero ya teníamos a Francisco, ¡y él tenía su propio guante de receptor! Enrique jugaría bien en los campos, siempre y cuando nadie lanzara una pelota en su dirección. Y Luis, bueno, tenía una gran colección de autos Matchbox.
Las Escrituras tienen mucho que decir sobre la parcialidad (ver Deuteronomio 10:17; Levítico 19:15; Job 34:19; Mateo 7:12; Hechos 10: 34-35; Romanos 2: 11-16). Una cosa que dice la Biblia es que Dios no es parcial: no favorece o despide a nadie basándose en algún prejuicio personal. Y tampoco quiere que nosotros lo hagamos.
Francamente, esta podría ser una de las directivas más difíciles que hemos recibido de Dios. Cuando pienso en el proceso de toma de decisiones en nanosegundos que tiene lugar en mi cabeza cuando conozco a alguien por primera vez, me sorprende que alguien tenga la oportunidad de conocerme mejor.
Pero alabado sea Dios, ¡Él no es así con nosotros! No, cuando estábamos deprimidos y derrotados en nuestros pecados, Él vino a nosotros, se inclinó y nos salvó, e hizo esto puramente por su amor y misericordia.
«Pero Dios, cuya misericordia es abundante, por el gran amor con que nos amó, nos dio vida junto con Cristo, aun cuando estábamos muertos en nuestros pecados (la gracia de Dios los ha salvado)» (Efesios 2: 4-5).
Así es. Dios te eligió a ti, y a mí, sin importar lo malos que hayamos sido o lo bien que Él cree que jugaremos.
ORACIÓN: Padre Celestial, nos amas por ser quienes somos, y ese es un amor que es difícil de entender. Enséñanos a amar a los demás también de esta manera. En el nombre de Jesús. Amén.
Paul Schreiber
Para reflexionar:
* ¿Te resulta fácil o difícil ser imparcial con los demás cuando los conoces por primera vez?
* ¿Recuerdas la última vez que alguien te menospreció sin motivo? ¿Cómo te hizo sentir eso?
© Copyright 2021 Cristo Para Todas Las Naciones
Suscríbete y recibe el devocional diariamente en tu e-mail: