No se engañen. Dios no puede ser burlado. Todo lo que el hombre siembre, eso también cosechará. El que siembra para sí mismo, de sí mismo cosechará corrupción; pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna. No nos cansemos, pues, de hacer el bien; porque a su tiempo cosecharemos, si no nos desanimamos […] Pero lejos esté de mí el jactarme, a no ser en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo. Porque en Cristo Jesús nada valen la circuncisión ni la incircuncisión, sino una nueva creación.
Gálatas 6:7-9, 14-15
Hay un principio que todos conocemos que se llama «lo que va, vuelve». Pablo lo describe de esta manera: Todo lo que plantes, eso cosecharás. Está hablando, por supuesto, de nuestra vida cotidiana. Podemos elegir vivir de maneras que agraden nuestra naturaleza pecaminosa. Podemos chismear, odiar, lastimar a otras personas, perder tiempo y dinero, ignorar nuestras responsabilidades, complacer los celos, el odio y la lujuria. Si hacemos eso, cosecharemos lo que es de esperar: ira, peleas, venganza, vergüenza, culpa, amistades perdidas, una familia rota y una vida arruinada.
O, con la ayuda del Espíritu Santo, podemos seguir a Jesús al hablar amablemente a otras personas, tratándolas de la manera en que queremos que nos traten a nosotros. Podemos ser misericordiosos, serviciales, decentes, imparciales, amorosos y gentiles. Podemos ser fieles, honestos y confiables. Entonces veremos frutos diferentes: misericordia, amor y bondad de los demás cuando lo necesitemos, relaciones cálidas y una buena reputación.
El problema, por supuesto, viene en la elección. Pablo sabe tan bien como cualquiera de nosotros lo difícil que es resistir lo que nuestros corazones pecaminosos quieren hacer. Él lo describe así: «No entiendo qué me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco […] Yo sé que en mí, esto es, en mi naturaleza humana, no habita el bien; porque el desear el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero» (Romanos 7:15, 18-19). Este problema continúa durante toda la vida para los cristianos: el Espíritu Santo nos impulsa hacia un lado, pero el pecado trata de tirarnos hacia el otro. Y entonces nuestra cosecha es una bolsa muy variada.
¿Qué nos puede ayudar? Solo Jesucristo. Él es el único que puede tomar nuestras vidas mixtas y contradictorias y redimirlas para bien. Lo que es pecaminoso y vergonzoso Él lo redime; usa lo que es bueno, para que sea una bendición para los demás. A través de su muerte en la cruz y su resurrección de entre los muertos, Jesús nos ha adoptado en la familia de Dios. Somos Suyos, ahora, y todas nuestras cosechas futuras están en sus manos.
Por eso Pablo dice: «lejos esté de mí el jactarme, a no ser en la cruz de nuestro Señor Jesucristo». En las manos de nuestro Salvador, somos rehechos. No somos las personas que alguna vez fuimos; somos nuevas creaciones.
ORACIÓN: Amado Señor, vive a través de mí para que mi cosecha te honre. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* ¿Alguna vez plantaste un jardín? ¿Qué cultivaste?
* ¿De qué formas nos ayuda Jesús cuando las partes malas de nuestro pasado nos alcanzan?
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