Quiero cantar ahora por mi amado el canto de mi amado a su viña: Mi amado tenía una viña en una ladera fértil. La cercó y la despejó de piedras, y luego plantó en ella vides escogidas; en medio del campo levantó una torre, y además construyó un lagar. Esperaba que su viña diera buenas uvas, pero dio uvas silvestres. Y ahora, habitantes de Jerusalén, hombres de Judá: juzguen entre mi viña y yo. ¿Qué más podía hacerse a mi viña, que yo no le haya hecho? ¿Cómo es que dio uvas silvestres, cuando yo esperaba que diera buenas uvas? […] En realidad, la viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel, y los hombres de Judá son la planta en que él se complace. Esperaba él justicia, y sólo hay injusticia; equidad, y sólo hay iniquidad.
(Isaías 5:1-4, 7).
El dueño de la viña en esta historia ha hecho todo bien: buena tierra, buenas vides, equipo adecuado, torre de vigilancia. Entonces, ¿por qué las cosas salieron tan mal? Dios bien podría hacernos la misma pregunta. Después de todo, Él también hizo todo bien: un mundo bueno, gente buena, un jardín para vivir, su propia presencia protectora. ¿Por qué los seres humanos se equivocaron tanto? Y la respuesta es: «Porque decidí hacer lo que quise».
Es una respuesta horrible, pero es verdad. Y es mucho mejor confesar la verdad que perder el tiempo culpando a Dios por cosas que Él nunca hizo, diciéndole: «Tú fallaste en darme lo que realmente necesitaba. Es tu culpa, Señor, que me haya equivocado». No. Eso es una tontería y es una mentira. Y lo sabemos bien. ¿Entonces, qué debemos hacer? Arrojarnos a la misericordia de Dios, diciéndole: «Señor, he hecho mal. Te pido perdón. Por favor, ayúdame». Pero entonces, ¿tenemos que dejar de escondernos detrás de nuestras excusas? Sí. El profeta Joel dice: «Vuélvanse al Señor su Dios, porque él es misericordioso y clemente, lento para la ira y grande en misericordia, y le pesa castigar» (Joel 2:13b).
Dile a Dios la verdad y verás qué cosas maravillosas hará. Porque este es el Dios que nos amó tanto que, estando aún sumidos en las tinieblas, se hizo hombre para venir a salvarnos. Jesucristo vino al mundo a dar su vida para librarnos de nuestra maldad. Él vino para transformar nuestros corazones de piedra y hacernos hijos de Dios libres y amorosos; para convertir nuestras uvas agrias en el buen vino de Dios. Él vino para quebrantar el poder de la muerte y del mal y vivir para siempre, para que todos los que confían en Él vivan también para siempre.
Pídele a Él misericordia; Él te la dará.
Señor, ten piedad de mí por medio de tu Hijo Jesucristo. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
*¿Alguna vez has tratado de culpar a otro por tus problemas?
*¿Qué sucede cuando nos entregamos a la misericordia de Dios?
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