Vi entonces un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían dejado de existir, y el mar tampoco existía ya.
Apocalipsis 21:1
Este versículo de Apocalipsis siempre me hace detenerme. ¿Sin mar? ¿Por qué no habría océanos en el cielo nuevo y la tierra nueva? Lo confieso, no estoy nada contenta con esa idea. Crecí junto al Océano Pacífico y lo extraño desesperadamente: la espuma del mar flotando alrededor de mis tobillos, los pequeños cangrejos marrones clavándose en la arena. El cielo azul oscuro cuando el sol se pone sobre las olas y salen las primeras estrellas. ¿Cómo podría Dios no tener océanos en su nueva creación?
Pero tal vez me he enfocado en el extremo equivocado de este asunto cuando tomo este versículo tan literalmente. Después de todo, Apocalipsis es probablemente el libro más simbólico de toda la Biblia. Y de todo este libro, los cielos nuevos y la tierra nueva tienen que ser los más difíciles de describir para Juan. Juan está tratando de explicar con palabras cosas que Dios le transmitió en una visión, y está describiendo un lugar que ni siquiera existe todavía, un lugar que no entenderemos realmente hasta que estemos allí. Es muy probable que sea un símbolo.
Así que tal vez deberíamos ver esto a través de los ojos de Juan. ¿Qué significa el mar para Juan? Bueno, para empezar, significa separación. Juan está en el exilio. El gobierno lo ha condenado a vivir en una pequeña isla, la Isla de Patmos. Todos sus amigos y parientes están del otro lado del mar. Las iglesias que ama y a las que escribió en Apocalipsis 1-2 están allá, en la tierra lejana, apenas visibles más allá del agua. El mar es la prisión de Juan, su carcelero, por causa de él, Juan solo puede imaginar a las personas que ama.
Si pensamos en el mar como una separación, bueno, lo entendemos muy bien, ¿no? Después de dos años de esta pandemia, conocemos muy bien el dolor de la soledad y el aislamiento. Definitivamente no es algo que pertenezca a la nueva creación de Dios. Una de las muchas, muchas cosas que Jesús vino a corregir es nuestra alienación de Dios y de los demás: nuestras relaciones rotas, arruinadas por el pecado y la maldad. «No está bien que el hombre esté solo», dijo Dios al principio (Génesis 2:18b), y tomó medidas para crear una mujer, otra persona.
Tampoco es bueno que nosotros estemos solos, atrapados en la aflicción, los problemas, la tristeza y el pecado, y por eso Dios envió a Jesús, su propio Hijo amado, para que se convirtiera en uno de nosotros y nos trajera de nuevo a la familia de Dios. Dios nos quiere en casa con Él, como sus amados hijos, no exiliados en una isla desierta en algún lugar por allí, sin nadie que nos ame ni nadie a quien amar. Por eso Jesús murió y resucitó: para destruir el mal que nos separa de Dios y de los demás, y para unirnos en el reino de Dios. Y cuando Él regrese, no habrá más soledad ni separación, solo amor.
ORACIÓN: Señor, ayúdame cuando me sienta sola. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* ¿De qué formas te ha ayudado Dios cuando te has sentido aislado o solo?
* ¿Cómo podría Dios usarte para alcanzar a alguna persona que se siente aislada?
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