Aunque un ejército acampe contra mí, mi corazón no se amedrentará; aunque me ataquen y me declaren la guerra, en esto fincaré mi confianza: Le he pedido al Señor, y sólo esto busco: habitar en su casa todos los días de mi vida, para contemplar su hermosura y solazarme en su templo.
Salmo 27:3-4
Las leyendas populares hablan de personas que reciben tres deseos, tal vez concedidos por una lámpara mágica o un duende capturado. Muchas veces esas personas, supuestamente afortunadas, se meten en problemas por pedir deseos tontos y, como consecuencia, se ven en la necesidad de usar su último deseo para salir de esos problemas.
David, el autor inspirado de nuestro salmo, no necesita leyendas populares ni deseos imaginarios. Con fe confiada, él lleva su única petición ante el trono de Dios. Antes de expresarla, David habla de los malhechores y adversarios que lo atacan y de los falsos testigos que se han levantado contra él. Podríamos esperar que el salmista le pidiera a Dios un poderoso ejército o tal vez unos ángeles de guardaespaldas personales.
Sin embargo, David no pide ninguna de esas cosas. Solo le pide una cosa al Señor: que le permita morar en el templo (en la casa del Señor) todos los días de su vida. Allí el Señor lo ocultará «en lo más recóndito de su templo» (Salmo 27:5b). Pero David no solo busca seguridad. Quiere morar en la casa del Señor «para contemplar su hermosura y (solazarse) en su templo». El salmista quiere alabar la belleza y la majestad del Dios que lo salva de sus enemigos. Quiere aprender más sobre su Señor y Salvador. Rodeado de enemigos, pero protegido por el Señor, David se interesa sobre todo por la belleza del Señor y la preciosa sabiduría de su Palabra.
Nuestros enemigos físicos o invisibles (pero no menos reales) como la culpa, la preocupación y la duda, pueden rodearnos. Pero pedir tres deseos no sería de mucha ayuda. Al igual que el salmista, debemos buscar «solo esto»: estar en la casa del Señor, protegidos por su presencia y aprendiendo de su Palabra.
La Palabra da testimonio de la victoria que ya ha sido ganada sobre nuestros enemigos. Al igual que su antepasado David, Jesús nuestro Señor estaba rodeado de enemigos. Testigos falsos se levantaron contra él. Pero Jesús no fue liberado de sus enemigos. Por nuestro bien, Jesús fue condenado y crucificado, llevando nuestros pecados en su cuerpo a la cruz, sufriendo la pena de muerte en nuestro lugar. Por nosotros resucitó de la muerte y el pecado. La muerte y Satanás fueron derrotados.
Es «solo esto» lo que necesitamos: morar en la casa del Señor, alabar su gloria, alabarlo por todo lo que ha hecho por nosotros y aprender de su Palabra. Jesús, así como su antepasado David, habló de nuestros temores y de una sola cosa necesaria: «Por lo tanto, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas» (Mateo 6:33).
ORACIÓN: Señor, esperamos el día en que moraremos en tu presencia para siempre. Hasta entonces, guíanos por tu Espíritu para adorar en tu casa y aprender de tu santa Palabra. Amén.
Dra. Carol Geisler
Para reflexionar:
1.- ¿El tener fe en Dios te da seguridad y protección en tiempos de incertidumbre?
2.- -Si alguna vez sientes como si tuvieras muchos enemigos a tu alrededor, ¿qué harías?
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