Tú, Dios nuestro, nos has puesto a prueba; nos has refinado como se refina la plata. Pero nos dejaste caer en la trampa; ¡impusiste sobre nosotros una pesada carga! Caballos y jinetes han pasado sobre nosotros; hemos pasado por el fuego y por el agua, pero al final nos has llevado a la abundancia.
Salmo 66:10-12
¿Por qué permite Dios el sufrimiento? La pregunta es a menudo un obstáculo para los incrédulos y un desconcierto para los creyentes. Al enterarse del asesinato de peregrinos galileanos y de dieciocho personas muertas tras la caída de una torre, Jesús no respondió a la pregunta que pudo haber estado en la mente de sus oyentes (y también en la nuestra): «¿Por qué ellos?». El propósito de esas muertes seguía siendo desconocido. Sin embargo, Jesús advirtió sobre un desastre mayor y eterno. Quienes habían muerto no eran peores pecadores que otros, dijo, «y si ustedes no se arrepienten, también morirán como ellos» (Lucas 13:5b).
Los propósitos de Dios a menudo están ocultos. «Las cosas secretas pertenecen al Señor nuestro Dios, pero las reveladas son para nosotros» (Deuteronomio 29:29a).
Nuestro salmo nos revela una historia de sufrimiento, ya que describe la tristeza y el dolor soportados por el pueblo de Israel. Habían soportado la «carga aplastante» de la esclavitud y el poder implacable de los enemigos que los oprimían. Pero Dios no abandonó a su pueblo sufriente. Al contrario, los liberó de la esclavitud y los condujo por el desierto durante cuarenta años para probarlos y así saber qué había en sus corazones (Deuteronomio 8:2). Los israelitas pasaron por el agua cuando Dios «convirtió el mar en tierra seca» (Salmo 66:6a). Dios los sacó del desierto a la tierra que les había prometido, «a un lugar de abundancia».
Hay otra instancia de sufrimiento en la cual el propósito nos ha sido revelado. Dios, por el bien de nuestra salvación, entregó a su Hijo al sufrimiento de la cruz. Jesús fue atrapado en una red de traición y mentiras. Él llevó la carga aplastante de nuestros pecados. Sus enemigos y «el poder de las tinieblas» (Lucas 22:53b) por un tiempo lo vencieron. Soportó el ardiente dolor de la cruz, sufriendo en lugar nuestro la pena de muerte. Aunque Israel a menudo había sido infiel en tiempos de prueba, Jesús permaneció fiel y obediente a su Padre en la vida y en la muerte. Dios levantó a su Hijo de la muerte y lo exaltó a un lugar de abundancia a su diestra como Rey de reyes y Señor de señores.
Jesús nos ha advertido que vamos a tener problemas y pruebas: «En el mundo tendrás aflicción». El propósito de esa aflicción, las razones de nuestro sufrimiento, pueden no ser conocidas por nosotros. Pero podemos confiar en el poder de conquista y la promesa de nuestro Señor crucificado y resucitado, quien nos dice: «Pero confíen, yo he vencido al mundo» (Juan 16:33). Él soportó todo lo que el mundo le arrojó: rechazo, odio, traición, dolor, pérdida, dolor y la muerte misma, y con su resurrección lo superó todo. Él caminará con nosotros a través del sufrimiento y la prueba y, de acuerdo con su voluntad y tiempo perfecto, nos llevará a un lugar de abundancia en su presencia para siempre.
ORACIÓN: Jesús, sé nuestra ayuda y esperanza en cada prueba y fortalécenos con las promesas de tu Palabra. Amén.
Dra. Carol Geisler
Para reflexionar:
1.- ¿En qué áreas de tu vida te sientes probado o desafiado regularmente?
2.- Cuando surgen dificultades inesperadas, ¿cuál es tu primera reacción? ¿Es esa reacción útil o constructiva? ¿Quisieras reaccionar de manera diferente?
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