Entonces, ¿qué diremos? Que los no judíos, que no buscaban la justicia, la han alcanzado; es decir, la justicia que viene por medio de la fe. Pero Israel, que buscaba una ley de justicia, no la alcanzó. ¿Por qué? Porque no la buscaba a partir de la fe, sino a partir de las obras de la ley; y tropezaron en la piedra de tropiezo, como está escrito: «Yo pongo en Sión una piedra de tropiezo y una roca de caída; pero el que crea en él, no será avergonzado.» …Pues al ignorar la justicia de Dios y procurar establecer su propia justicia, no se sujetaron a la justicia de Dios; porque el cumplimiento de la ley es Cristo, para la justicia de todo aquel que cree
(Romanos 9:30-10:4).
Lavar la ropa sin enjuagarla con suavizante la deja áspera e incómoda. ¡Y ni hablar de las toallas sin suavizante! Es como secarse el cuerpo con la suela de un zapato.
Los judíos estaban buscando la justicia de Dios por medio de la Ley y no la obtuvieron. Quedaron ásperos e incómodos. Pero los no judíos que confiaron en la redención de Jesús fueron justificados, suavizados, no avergonzados. Tratar de hacer la voluntad de Dios expresada en su ley no está mal en sí. Pero, si lo hacemos para obtener justificación por nuestros pecados o tratar de ganar el favor de Dios, siempre vamos a fracasar. Vamos a estar ásperos e incómodos en nosotros mismos y hasta con los demás.
La muerte de Jesús en la cruz puede ser ofensiva para algunos porque encara lo áspero de nuestra autosuficiencia y nos recuerda que no podemos salvarnos a nosotros mismos. Y, la verdad, es que nos encanta sentir que no dependemos de nadie, que somos fuertes, que tenemos empuje, que somos suficientes en nosotros mismos. Después de todo, eso es lo que nos grita la sociedad de hoy. Pero eso nos hace ásperos. Peor que la suela de un zapato.
En contraste, si confiamos al cien por ciento en Cristo y en su justicia para estar bien con Dios, la vamos a recibir. Dios usa su Palabra para suavizar nuestros corazones endurecidos por nuestra autosuficiencia. ¡Y el aroma del suavizante de su Palabra es refrescante! Acércate hoy a la Palabra de Dios, para que te suavice en su relación con él y con los demás.
Señor, gracias porque me otorgas tu justicia, la justicia que viene por medio de la fe. Perdóname por las veces que la he querido buscar a partir de las obras de la ley. Ayúdame a creer siempre en ti y transforma la rigidez y aspereza de mi corazón cubriéndome con la justicia auténtica de tu amor y gracia. En Cristo. Amén.
Para reflexionar:
* ¿En qué áreas de tu vida has estado buscando la aprobación de Dios a través de tus propios esfuerzos en lugar de confiar en su gracia?
* ¿De qué manera puedes permitir que la Palabra de Dios suavice las áreas endurecidas de tu corazón y te lleve a una relación más profunda con Él y con los demás?
Diaconisa Noemí Guerra
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