Quiero que sepan, hermanos, que lo que me ha sucedido más bien ha servido para el avance del evangelio, de tal modo que mis encarcelamientos por Cristo se han hecho evidentes en todo el pretorio, y a todos los demás. Con mis encarcelamientos, la mayoría de los hermanos ha cobrado ánimo en el Señor, y más y más se atreven a hablar la palabra sin temor. […] Porque, por causa de Cristo, a ustedes les es concedido no sólo creer en él, sino también padecer por él y tener el mismo conflicto que han visto en mí, y que ahora saben que hay en mí.
(Filipenses 1:12-14, 29-30).
Para quienes no estamos acostumbrados a sufrir persecución, este es un tema aterrador. Como resultado, podemos temer sufrir más que aquellos que ahora experimentan persecución. No nos es familiar, y el ser humano siempre teme lo que no sabe. Entonces nos preguntamos: ¿Podré permanecer fiel en esas circunstancias, o me rendiré?
Ante estas preocupaciones, Pablo nos da razones para calmarnos y confiar en el Señor. En realidad, cuando escribe esta carta, Pablo está en la prisión no por ningún delito, sino por haber estado enseñando y predicando acerca de Jesús. Y aunque seguramente ese no fuera su lugar favorito para estar, puede ver varias ventajas en lo que le está pasando.
En primer lugar, lo ve como una oportunidad de dar testimonio. Aparentemente, toda la guardia imperial, los carceleros y sirvientes hablaban de su situación. ¡Son muchas las personas que escucharon acerca de Jesús! Qué lindo sería saber cuántos de ellos terminaron convirtiéndose en cristianos.
En segundo lugar, Pablo dice que su sufrimiento ha hecho que el resto de los cristianos locales tengan menos miedo de compartir las Buenas Nuevas acerca de Jesús. De hecho, dice que, como resultado, tienen «más confianza». Ese es un resultado muy extraño, ¿no? Pero también es real como la vida misma. Porque algo que realmente hace el sufrimiento por causa de Cristo es enseñar que el sufrimiento es solo eso: sufrimiento. No es destrucción total. Ciertamente es desagradable, pero no es el fin del mundo. Después de ver sufrir a Pablo, sus compañeros cristianos se dieron cuenta de que Dios también los ayudaría a superarlo. Y esto también es cierto para nosotros.
Pablo tiene razón. Es un honor sufrir por causa de Cristo. Es una oportunidad de seguir los pasos de Jesús, y de hacerlo por amor a Él. Si esto llegara a tu vida, no tengas miedo. Jesús está caminando contigo, te sostiene y sabe cómo ayudarte a pasar por esa experiencia.
Confía en Aquel que te ama, porque ha resucitado de entre los muertos y tiene la victoria sobre todo, incluso sobre el sufrimiento y hasta sobre el miedo. Él nunca te dejará ir.
Querido Señor, ante el sufrimiento y la persecución, ayúdanos a confiar en Ti. Y bendice y fortalece a los que ahora sufren por Ti. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
*¿Qué te asusta cuando piensas en sufrir por Cristo?
*¿Qué puedes hacer para calmar ese temor?
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