Cuando Jesús bajó a tierra, le salió al encuentro un hombre de la ciudad poseído por demonios, y que por mucho tiempo no se había puesto ropa alguna, ni vivía en una casa sino en los sepulcros. Al ver a Jesús, gritó y cayó delante de Él, y dijo en alta voz: «¿Qué tienes Tú que ver conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te ruego que no me atormentes». Porque Él mandaba al espíritu inmundo que saliera del hombre […] Salió entonces la gente […] Entonces toda la gente de la región alrededor de los gadarenos le pidió a Jesús que se alejara de ellos, porque estaban poseídos de un gran temor.
Lucas 8:27-29a, 35a, 37 NBLA
Esta historia tiene un final extraño: «Entonces toda la gente de la región […] pidió a Jesús que se alejara de ellos, porque estaban poseídos de un gran temor».
Ya deberían estar acostumbrados al miedo. Después de todo, habían estado viviendo con un hombre poseído por demonios durante mucho tiempo. Cada vez que salían de la ciudad, corrían el riesgo de encontrarse con él, desnudo, torturado, fuerte y fuera de sí. ¡Hasta vivía en un cementerio! Entonces llega Jesús. En una sola hora, sanó al hombre y liberó a la ciudad de su pesadilla. ¡Qué gran día para celebrar!
Y sin embargo… y sin embargo. Jesús había traído consigo algo que era más aterrador. Jesús trajo el cambio. Ahora tenían que tratar con un maestro poderoso y desconocido; de hecho, con el Hijo de Dios. No estaban preparados para eso. Estaban asustados. Y le pidieron a Jesús que se fuera.
Es difícil culparlos. Cuando el cambio llega a mi vida, incluso un cambio bueno, me asusta.
Estamos acostumbrados a las cosas como siempre han sido. Y cuando la vida es diferente, ahora que un pariente está en tratamiento por alcoholismo, o ha nacido un niño, o estamos comenzando un nuevo trabajo maravilloso, tenemos miedo. ¿Quién nos puede ayudar en medio de esto? ¿Quién nos comprenderá cuando no parecemos estar superfelices?
Solamente Jesús. Mira cuán amable es Él con la gente de la ciudad. Él no discute. Simplemente regresa al bote. Y le pide al hombre que salvó que vaya a su ciudad y diga cuánto hizo Dios por él. Suena extraño, pero este hombre probablemente sería un embajador del Evangelio menos aterrador y más eficaz que el mismo Jesús, porque ya lo conocían. Mientras la gente lo observaba vivir su nueva y saludable vida, podrían comenzar a perder el miedo y buscar a Jesús.
Cuando tenemos miedo, podemos acudir a Jesús y recibir la misma comprensión y amabilidad que muestra aquí. Él será paciente con nosotros; después de todo, Él dio su propia vida para liberarnos del poder del pecado y el mal. Jesús se hizo hombre para «destruir por medio de la muerte al que tiene el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban sujetos a servidumbre de por vida» (Hebreos 2:14b-15 RVR 1960). Y luego resucitó de entre los muertos para darnos gozo y confianza en lugar de temor.
ORACIÓN: Señor, cuando tenga miedo, ayúdame a confiar en tu bondad y amor. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* ¿Cuánto le temes al cambio, en una escala del uno al diez?
* Piensa en un momento en el que Dios te ayudó a través de un cambio en tu vida, grande o pequeño.
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