Hacia ti, Señor, levanto mis ojos; hacia ti, que habitas en los cielos (…) Muéstranos tu bondad, Señor; ¡muéstranos tu bondad! ¡Ya estamos cansados de que nos desprecien! ¡Ya estamos cansados de tantas burlas por parte de quienes todo lo tienen! ¡Cansados de que los soberbios nos menosprecien!
Salmo 123: 1, 3-4
«Cansados de que los soberbios nos menosprecien». A veces nos sentimos así.
Los cristianos de todo el mundo sufren persecución severa, enfrentando no solo el desprecio, sino hasta la pérdida de sus hogares y empleos, sufren violencia, encarcelamiento y muerte. Aunque nosotros no estemos pasando por el mismo sufrimiento de esos hermanos y hermanas en Cristo, nosotros también sufrimos el desprecio del mundo.
Vivimos en una cultura que afirma muchas «verdades» y ve con desdén cualquier pretensión de una verdad absoluta. La gente abraza muchos dioses y creencias, y nuestra lealtad a un Dios y Salvador a menudo se considera intolerante. Conocemos el desprecio del mundo porque vivimos en un mundo que ha cambiado «la verdad de Dios por la mentira, y honraron y dieron culto a las criaturas antes que al Creador» (Romanos 1: 25a).
Los primeros seguidores de Jesús también sufrieron «las burlas por parte de quienes todo lo tienen» y «el menosprecio de los soberbios». Los apóstoles, testigos presenciales de la resurrección, fueron arrestados, golpeados, encarcelados y la mayoría, según cuenta la historia, sufrió el martirio. No debería sorprendernos el desprecio y las burlas del mundo.
Jesús les dijo a sus discípulos: «Si el mundo los aborrece, sepan que a mí me ha aborrecido antes que a ustedes» (Juan 15:18). Jesús sufrió odio y desprecio. Fue rechazado como el Mesías de Israel y, de acuerdo con el plan de salvación de Dios, Jesús fue condenado y crucificado. Jesús resucitó de la muerte en la primera mañana de Pascua venciendo el desprecio y la maldad del mundo. Y nosotros, al Señor entronizado en gloria en los cielos, levantamos nuestros ojos y suplicamos misericordia y ayuda: «¡Ya estamos cansados de tantas burlas!».
Cuando Dios llamó a Saulo, quien era un perseguidor de la iglesia, para que fuera su embajador, le preguntó: «¿Por qué me persigues?» (Hechos 9: 4b) Nuestro Señor crucificado y también conquistador conoce el odio y el dolor que sufre su cuerpo, la iglesia. Jesús advirtió a sus seguidores de la angustia venidera y dijo: «Estas cosas les he hablado para que en mí tengan paz. En el mundo tendrán aflicción; pero confíen, yo he vencido al mundo» (Juan 16:33). Mediante el poder de su resurrección, mediante su victoria sobre el odio del mundo, sobre la muerte y el diablo, Jesús ha tenido misericordia de nosotros. Su victoria es nuestra victoria.
Ahora proclamamos el mensaje de la cruz ante el desprecio y la burla del mundo. Es un mensaje que muchos consideran débil y necio, pero sabemos que «lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres» (1 Corintios 1:25). El mundo puede expresar su desprecio y burla, ¡pero nosotros conocemos y confesamos la Palabra de la cruz como la verdad del Evangelio!
ORACIÓN: Señor Jesús, ten piedad y libera a tus seguidores que sufren persecución. Mantenlos fuertes en la fe y anímalos a través de tu Palabra. Amén.
Dra. Carol Geisler
Para reflexionar:
* Hay personas en muchos países que son despreciadas por su fe cristiana, ¿crees que eso también pasa en Chile?
* ¿Cuál es tu reacción cuando te sientes menospreciado o burlado por tu fe?
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Editado y adaptado por CPTLN – Chile / MGH
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