Así que, hermanos, yo les ruego, por las misericordias de Dios, que se presenten ustedes mismos como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. ¡Así es como se debe adorar a Dios! Y no adopten las costumbres de este mundo, sino transfórmense por medio de la renovación de su mente, para que comprueben cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, agradable y perfecto
(Romanos 12:1-2).
¿Qué significa para ti presentarte como un «sacrificio vivo»? Mi mente enseguida se imagina a un corderito inocente gritando desesperadamente en las llamas de un altar, siendo sacrificado vivo, con una muerte lenta y dolorosa. Pero eso no es lo que este pasaje quiere decir, sino que nuestras vidas deben ser al cien por ciento santas y perfectas. En esencia, se trata de ofrecer cada parte de nuestro ser, acciones, pensamientos y emociones de manera perfecta, como un regalo a Dios.
El problema es que, por más que tengamos la buena intención de ser santos, no podemos serlo. Pero aquí nos llega la buena noticia: tenemos un Salvador. Jesús fue ese «cordero» inocente sacrificado vivo en las llamas del altar de la cruz, por ti y por mí. En nuestro bautismo, Cristo nos viste con su santidad y nos presenta como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. Él nos transforma por medio de la renovación de nuestra mente, para que podamos saber cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, agradable y perfecto. ¡Así es como se debe adorar a Dios!
Ahora, si bien ya tenemos la santidad de Cristo, la plenitud de su santidad no estará completa en nosotros hasta que nuestros cuerpos sean glorificados. Aún somos humanos. No somos perfectos. A veces nuestras acciones no van a estar alineadas con nuestros valores y creencias. Porque mientras estamos en la tierra, aún estamos en proceso de cambio y crecimiento. Vamos a fallar. Pero no debemos desanimarnos por esas imperfecciones, sino usarlas para recordar que todavía necesitamos un Salvador. ¡Y lo tenemos!
Jesús, te ruego por las misericordias de Dios que me ayudes a presentarme como un sacrificio vivo, santo y agradable a Él. Ayúdame a no adoptar las costumbres de este mundo, sino a vivir mi bautismo cada día, para que compruebe cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, agradable y perfecto. Gracias por ser mi Salvador por siempre. Amén.
Para reflexionar:
* ¿Cómo te hace sentir saber que el sacrificio de Jesús te viste de su santidad y te empodera para vivir de manera transformada?
* ¿Cómo puedes usar tus imperfecciones y fallas como recordatorios de tu necesidad constante de un Salvador y seguir creciendo en tu relación con Dios?
Diaconisa Noemí Guerra
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