Cuídame, oh Dios, porque en ti busco refugio. Yo le he dicho al Señor: «Mi Señor eres tú. Fuera de ti, no poseo bien alguno».
Salmo 16:1-2 (NVI)
¿Qué se considera «bueno» en la vida? Podríamos llegar a una lista larga, incluyendo la vida misma. La buena salud es, por supuesto, buena, también la familia, los amigos, el hogar, el trabajo, la comida y las posesiones. Sin embargo, el salmista ora: «Cuídame, oh Dios, porque en ti busco refugio». Si tenemos tanto bien en la vida, ¿de qué debemos ser preservados? ¿Por qué necesitamos un lugar seguro, un lugar para escondernos?
Sabemos, tan ciertamente como lo sabía el salmista David, que no todo en la vida es bueno. La salud puede perderse. La enfermedad grave y la muerte pueden separarnos de familiares o amigos. Se pueden perder empleos y las casas pueden dañarse o destruirse. A cualquier lista debemos agregar, en arrepentimiento, el largo registro de nuestros propios pecados, nuestra desobediencia y rebelión contra la Palabra y los caminos de Dios. Con respecto a todo este bien terrenal y mal terrenal, el apóstol Pablo nos recuerda: «este mundo, en su forma actual, está por desaparecer» (1 Corintios 7:31b NVI). Sabemos que llegará el día del juicio, el día en que Jesús regresará para poner fin a toda lista terrenal.
Solo en Jesús, tenemos un bien duradero que no pasará. Tenemos el bien eterno de la paz con Dios y el perdón de nuestros pecados. Nuestra lista eterna de lo que es bueno se expande para incluir la victoria sobre la muerte y la tumba a través de la muerte y resurrección de Jesús. Tenemos el bien duradero del amor y la vida de Jesús en su presencia para siempre. Por eso oramos con alegría con el salmista: «Mi Señor eres tú. Fuera de ti, no poseo bien alguno».
Cuando la lista de todo lo que consideramos bueno se desvanece, Jesús es nuestro lugar seguro, nuestro refugio. No tenemos ningún bien aparte de Él. Jesús dijo: «Yo soy la vid y ustedes los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí ustedes nada pueden hacer» (Juan 15:5). Una rama viva y fructífera no tiene ningún bien aparte de su fuente, su tallo; morirá si se separa de la vid principal.
No tenemos ningún bien duradero fuera de Jesús. Hemos sido unidos a la Vid verdadera en el Bautismo. Estamos unidos a Jesús y en Él damos frutos, ¡buenos frutos!, de amor y servicio a los demás en su Nombre. Este buen fruto fluye de nuestra Vid verdadera, a través de nosotros, hacia el mundo. Jesús dijo: «En esto es glorificado mi Padre: en que lleven mucho fruto, y sean así mis discípulos» (Juan 15:8). Para nuestra lista de bendiciones, tanto terrenales como eternas, alabamos y glorificamos a nuestro Dios y Salvador. ¡Todo es bueno porque Él es bueno!
ORACIÓN: Señor, te alabo y te doy gracias por cada bendición, tanto terrenal como eterna. Amén.
Dra. Carol Geisler
Para reflexionar:
* ¿Cuál es tu posesión más preciada?
* ¿De qué forma el estar unido a Jesús alivia el dolor o preocupación de perder cosas en este mundo?
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