¡Que alaben al Señor el sol y la luna! Que alaben al Señor las estrellas refulgentes! ¡Que alaben al Señor los cielos de los cielos, y las aguas que están sobre los cielos! ¡Alabado sea el nombre del Señor! El Señor dio una orden, y todo fue creado.
Salmo 148:3-5
En el segundo día de la creación, Dios colocó la expansión de los cielos para separar las aguas de arriba de las aguas de abajo. En el cuarto día de la creación, «Dios hizo las dos grandes lumbreras: el sol, para ser el rey del día, y la luna, para ser la reina de la noche. Además, hizo las estrellas» (Génesis 1:16). Estas lumbreras, el sol, la luna y las estrellas, debían gobernar el día y la noche, alumbrando la tierra y separando la luz de las tinieblas. En los versículos de este salmo, el salmista insta a la creación a alabar el Nombre del Señor que las creó.
Sabemos cómo nosotros alabamos a Dios, pero ¿cómo alaban a su Creador el sol, la luna y las estrellas y las «aguas que están sobre los cielos»? Tal vez la creación alaba a Dios de maneras que no podemos conocer ni escuchar, pero una forma en que las aguas y el sol, la luna y las estrellas pueden alabar a su Creador es haciendo aquello para lo que fueron creados. La gran luz del sol gobierna el día y las lumbreras menores, la luna y las estrellas gobiernan la noche. Dios «tú hiciste la luna para medir los tiempos; el sol sabe cuándo debe ocultarse» (Salmo 104:19), y estas lumbreras hacen precisamente eso. La luna marca el cambio de estaciones, y el sol sale y se pone según el diseño de Dios. Cuando Dios envió un diluvio para acabar con un mundo arruinado por el pecado, «se abrieron las cataratas de los cielos,» y las aguas de arriba cayeron durante cuarenta días y cuarenta noches (Génesis 7:11b). Y más suavemente, Dios envía la lluvia y la nieve y «riegan la tierra y la hacen germinar y producir, con lo que dan semilla para el que siembra y pan para el que come» (Isaías 55:10b).
Así como la lluvia y la nieve cumplen el propósito para el cual fueron enviadas, la poderosa y creadora Palabra de Dios cumple su propósito. Jesús, el Verbo hecho carne, Aquel por quien y para quien fueron creadas todas las cosas, cumplió el propósito para el cual fue enviado, sufrir y morir para expiar los pecados del mundo. Ahora el Señor crucificado y resucitado reina en gloria y, ante el Nombre exaltado de Jesús, toda rodilla en el cielo y en la tierra se doblará en adoración. La creación ofrece sus variadas alabanzas, pero ¿cómo alabamos nosotros a nuestro Creador?
En palabra y canto, en proclamación y testimonio, alabamos al Dios que nos creó y redimió. Ofrecemos alabanza cuando confiamos en nuestro Señor para salvarnos y cuando invocamos su Nombre en oración y acción de gracias. Como las aguas de arriba, como el sol, la luna y las estrellas, también alabamos a Dios haciendo aquello para lo que fuimos creados de nuevo en Cristo: obras de amor y servicio en su nombre: «Nosotros somos hechura suya; hemos sido creados en Cristo Jesús para realizar buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que vivamos de acuerdo con ellas» (Efesios 2:10).
ORACIÓN: Creador mío, en palabras y acciones te ofrezco mi alabanza. Amén.
Dra. Carol Geisler
Para reflexionar:
* ¿Conoces los nombres de las constelaciones donde vives? ¿Cuáles son?
* ¿Crees que Dios creó todo con un propósito, o algunas cosas fueron hechas solo para ser hermosas y misteriosas?
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