Así que, hermanos, yo les ruego, por las misericordias de Dios, que se presenten ustedes mismos como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. ¡Así es como se debe adorar a Dios! Y no adopten las costumbres de este mundo, sino transfórmense por medio de la renovación de su mente, para que comprueben cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, agradable y perfecto.
Romanos 12:1-2
Me retuerzo cuando escucho hablar a las personas sobre la superación personal. Hacen propósitos y escriben listas para tratar de vivir como mejores personas. Algunos hasta parecen llevar un recuento mental de las buenas acciones que hacen. Cuantas más buenas obras hagan, mejores personas serán, ¿verdad?
Pero eso no es lo que dice la Biblia. Eso no es lo que Pablo escribe en nuestra lectura de hoy. Nos dice que «se presenten ustedes mismos como un sacrificio vivo, santo y aceptable a Dios… transfórmense por medio de la renovación de su mente». ¡Qué completo! Dios no está pidiendo un montón de buenas obras, o que tengamos una sección limpia en nuestra vida. Nos está pidiendo todo: cuerpo, mente, obras. Él nos quiere a todos totalmente, todo el tiempo. Él tiene planes para nosotros.
«Santificación» es la palabra que usamos para lo que Dios tiene la intención de hacer con nosotros. Dios nos está rehaciendo día a día, cada vez más a la imagen de Jesucristo. Habrá un fuerte parecido familiar entre nosotros y Él cuando el Espíritu Santo haya terminado. Los demás verán que somos parte de la familia de Dios. Pero las semejanzas familiares no vienen por el trabajo duro, al menos ¡no por nuestro trabajo duro! Todo es un regalo. La Biblia lo llama «Cristo en ti, la esperanza de gloria» (Colosenses 1: 27b).
Entonces, ¿cuál es nuestra parte en este gran proceso de transformación? Es simplemente dejar que suceda, dejar que Dios haga lo que va a hacer, relajarse y disfrutar el proceso y, de vez en cuando, probar algo nuevo que Dios nos presenta: un nuevo desafío, un pequeño cambio o una idea en una situación difícil que podría marcar la diferencia.
Es posible que no veamos los cambios que Dios está obrando en nosotros; de hecho, es casi seguro que otras personas los verán mucho antes que nosotros. Pero lo está haciendo. Después de todo, el mismo Señor que sufrió, murió y resucitó por nosotros, ciertamente se encargará de que seamos todo lo que Él quiere que seamos. Pablo escribe: «Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por lo tanto, todos nosotros, que miramos la gloria del Señor a cara descubierta, como en un espejo, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor» (2 Corintios 3:17-18).
ORACIÓN: Padre, hazme más y más a imagen de Jesús. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
1.- ¿Conoces a alguien que se parezca a Jesús? ¿Por qué?
2.- ¿En qué área de tu vida está Dios obrando para hacerte más como Jesús?
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