Así ha dicho el Señor: «¡Griten de alegría por Jacob! ¡Llénense de júbilo por la nación más importante! ¡Hagan resonar sus alabanzas! ¡Pídanme que salve a mi pueblo, al remanente de Israel! Yo los hago volver del país del norte; los estoy reuniendo de los confines de la tierra. Entre ellos vienen ciegos, cojos, mujeres encintas y recién paridas; ¡vuelven acompañados de una gran muchedumbre! Con llanto en los ojos se fueron, pero yo los haré volver con gran misericordia; al volver, los llevaré por arroyos de aguas, por caminos rectos, para que no tropiecen. Yo soy el padre de Israel, y Efraín es mi primogénito».
Jeremías 31: 7 – 9
En este pasaje, Jeremías nos da una imagen maravillosa de Dios trayendo a su pueblo a casa. Su pueblo había estado exiliado en un lugar lejano, pero ahora Dios los estaba reuniendo. Les esperaba un largo viaje por recorrer de regreso a casa, pero todos lo lograrán y Dios los cuidará en el camino. Tendrán agua y caminos rectos y lisos. Ninguno de ellos se perderá.
Pero fíjate quiénes son estas personas. No son solo los fuertes y saludables los que regresan a casa, no son los ricos, los que pueden pagar el transporte, los que tienen a otros que los ayuden. Son los ciegos, los cojos, las mujeres embarazadas, ¡e incluso las que están en labor de parto! Recordando el nacimiento de mi hijo, eso me parece bastante increíble; no creo que yo hubiera llegado muy lejos mientras tenía dolores de parto. Pero Dios dice que las traerá incluso a ellas a casa. Los reunirá a todos para sí mismo.
Esta imagen no es solo para Israel. Se aplica a todo el pueblo de Dios, incluidos tú y yo. Dios quiere que todos regresemos a casa, que ninguno de nosotros se pierda, que, como dijo Jesús, «Y ésta es la voluntad del que me envió: Que de todo lo que él me dio, yo no pierda nada, sino que lo resucite en el día final. Y ésta es la voluntad de mi Padre: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo lo resucitaré en el día final» (Juan 6: 39-40).
Jesús hará lo que ha prometido. Él ya ha hecho la parte más difícil, liberándonos del poder del mal a través de su propio sufrimiento y muerte por nosotros. Ya no estamos en la cárcel siendo esclavos del diablo, lejos de casa. Ahora vamos de camino a casa con nuestro Padre, liberados, perdonados y protegidos por Jesús mismo. Y gracias a Él, todos volveremos a casa.
ORACIÓN: Gracias, Señor, por rescatarme y cuidarme en el camino. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* ¿Alguna vez has tenido que viajar un largo camino para llegar a casa? ¿Cómo fue el viaje?
* Mientras viajas por tu vida hacia el reino de Dios, ¿cuáles son los momentos más difíciles?
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