Los fariseos y algunos de los escribas, que habían venido de Jerusalén, se acercaron a Jesús y vieron que algunos de sus discípulos comían pan con manos impuras, es decir, sin habérselas lavado. (Los fariseos, y todos los judíos, viven aferrados a la tradición de los ancianos, de modo que, si no se lavan las manos muchas veces, no comen. … «¿Por qué tus discípulos no siguen la tradición de los ancianos, sino que comen pan con manos impuras?» Jesús les respondió: «¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, cuando escribió: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. No tiene sentido que me honren, si sus enseñanzas son mandamientos humanos.» … Jesús volvió a llamar a toda la gente, y les dijo: «Escúchenme todos, y entiendan: Nada que venga de afuera puede contaminar a nadie. Lo que contamina a la persona es lo que sale de ella.»
Marcos 7:1-3, 5b-7, 14-15).
Preocupado por las amistades que yo elegía, un día mi abuelo, mientras comíamos nueces, me dio uno de los consejos más importantes de mi vida. Me dijo: «Ten cuidado con las nueces. Algunas pueden verse bonitas por fuera, pero por dentro pueden estar podridas».
Algo así sucedía con los fariseos en nuestra historia: aparentaban ser muy piadosos porque seguían un sinnúmero de reglas, pero su corazón no estaba en el lugar correcto. Muchas veces nosotros también actuamos como fariseos. Lo hacemos cuando no nos queremos mezclar con las personas que no son creyentes, cuando rechazamos a quienes no lucen como nosotros o a quienes simplemente no son tan «santos» como nosotros. Sin embargo, son a esas personas a las cuales Jesús ha venido a rescatar, junto contigo y conmigo, y por las cuales Él entregó su vida en la cruz del calvario.
Querido Señor, dame un corazón puro que te alabe y comparta tu evangelio con todas las personas con el mismo amor que tú me has demostrado. Amén.
Para reflexionar:
* Si Jesús pudiera ver tu corazón ¿Qué encontraría?
* ¿De qué cosas necesitas arrepentirte y confesarlas a Jesús?
Cristian Morales
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