El Señor es grande, y digno de alabanza; ¡es temible, más que todos los dioses! Todos los dioses de los pueblos son ídolos, pero el Señor es quien creó los cielos. En su presencia hay alabanza y magnificencia; en su santuario hay poder y gloria.
Salmo 96:4-6
En nuestra cultura, muchos creen que no existe una verdad absoluta en materia espiritual. Algo que para una persona es cierto puede no serlo para otra. Algunas personas prefieren crear su propia religión o espiritualidad, combinando prácticas tomadas de diversas religiones. Las encuestas han indicado que algunos jóvenes cristianos pueden incluso mostrarse reacios a compartir las Buenas Nuevas de Jesús por temor a imponer sus creencias a otros o insultar las prácticas religiosas de aquellos a quienes testifican.
El salmista no tiene tales preocupaciones. Él declara con valentía: «Todos los dioses de los pueblos son ídolos». El profeta Isaías se burla del artesano que corta un árbol y usa parte de la madera para cocinar y otra parte para tallar un ídolo y rezarle: «Ponme a salvo, porque tú eres mi dios» (Isaías 44:17b). El apóstol Pablo, al captar la atención de su audiencia ateniense al señalar cuán religiosos son, no duda en decirles que Dios no se asemeja «al oro o a la plata, o a la piedra o a esculturas artísticas», o que es producto de la imaginación humana. Al contrario, describe abiertamente tales creencias como producto de los «tiempos de ignorancia» que el Dios verdadero ya no pasará por alto (ver Hechos 17:29-30).
Nuestro Dios «hizo los cielos» y la tierra. Él es el Dios Uno y Trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo, cuyo «esplendor y majestad están ante Él». Él se ha revelado en su Palabra y en la persona de su Hijo Jesucristo: «Dios, que muchas veces y de distintas maneras habló en otros tiempos a nuestros padres por medio de los profetas, en estos días finales nos ha hablado por medio del Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y mediante el cual hizo el universo» (Hebreos 1:1-2). El Señor que hizo los cielos dejó su morada celestial para vivir entre nosotros. En el Edén había decretado la pena de muerte por el pecado humano, y en Cristo Jesús tomó esa pena sobre sí mismo, sufriendo y muriendo en la cruz. Jesús se levantó victorioso de la tumba. En su muerte y resurrección, por medio de la fe en su Nombre, tenemos perdón y vida eterna. ¡Ningún ídolo puede hacer eso!
Como hermanos y hermanas en Cristo Jesús, nos reunimos a adorar al único Dios verdadero y a llevar la Buena Nueva de la vida, muerte y resurrección de Jesús al mundo. Si bien estamos de acuerdo con el salmista en que «los dioses de los pueblos son ídolos inútiles», el apóstol Pedro nos aconseja ser algo más discretos en nuestro testimonio cristiano: «…honren en su corazón a Cristo, como Señor, y manténganse siempre listos para defenderse, con mansedumbre y respeto, ante aquellos que les pidan explicarles la esperanza que hay en ustedes» (1 Pedro 3:15).
ORACIÓN: Dios Todopoderoso, solo Tú eres el Dios verdadero, el Creador de todas las cosas. Ayúdanos por tu Espíritu a ser testigos fieles de tu amor y salvación, por medio de Jesús nuestro Señor. Amén.
Dra. Carol Geisler
Para reflexionar:
1.- ¿Qué «dioses» hay en nuestra sociedad?
2.- Para las personas que mantienen sus «opciones abiertas» cuando se trata de Dios, ¿cuáles podrían ser algunos obstáculos a la fe verdadera?
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