Puesto que ustedes ya han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios […] Porque ustedes ya han muerto, y su vida está escondida con Cristo en Dios.
Cuando Cristo, que es la vida de ustedes, se manifieste, entonces también ustedes serán manifestados con él en gloria. Por lo tanto, hagan morir en ustedes todo lo que sea terrenal: inmoralidad sexual, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia. Eso es idolatría… También ustedes practicaron estas cosas en otro tiempo, cuando vivían en ellas. Pero ahora deben abandonar también la ira, el enojo, la malicia, la blasfemia y las conversaciones obscenas.
No se mientan los unos a los otros, pues ya ustedes se han despojado de la vieja naturaleza y de sus hechos, y se han revestido de la nueva naturaleza, la naturaleza del nuevo hombre, que se va renovando a imagen del que lo creó hasta el pleno conocimiento.
Colosenses 3:1, 3-5, 7-10
Voy a hacer una pregunta ridícula: ¿Qué tal si todo esto del cristianismo fuera realmente cierto? ¿Qué tal si fuera tan real como las facturas por pagar en tu casa, tan real como el IRS (Servicio Federal de Impuestos sobre la Renta de Estados Unidos), o los platos sucios que alguien dejó en el fregadero anoche?
La llamo una pregunta ridícula porque, por supuesto, nuestra fe es real. Es verdad que Dios se hizo hombre, vivió entre nosotros, cuidó de las personas, fue arrestado, padeció y murió en una cruz por nosotros. Es verdad que Él resucitó de entre los muertos, y que Él está vivo hoy y regresará visiblemente a nuestro mundo en el futuro.
Pero, lamentablemente, muy a menudo no vivimos de esa manera. Las grandes verdades de nuestra fe se desvanecen detrás de los problemas diarios que Pablo menciona: lujuria, codicia, ira, hablar mal de otras personas, mala voluntad y odio. Vemos estas cosas todos los días, a veces, en nosotros mismos.
Sin embargo, Pablo dice: «Porque ustedes ya han muerto, y su vida está escondida con Cristo en Dios». Y también dice: «Ustedes ya han resucitado con Cristo».
Pero ¿qué de ese prójimo que me cae mal? Bueno, es difícil permanecer enojado y vengativo cuando se está muerto. Es un poco más difícil que te alcancen esas tentaciones nocturnas si tienes en cuenta que ya has muerto y que ahora estás viviendo como alguien resucitado en Cristo.
«¡Recuerda quien eres!». Ese es un buen consejo para todos los cristianos. ¿Quiénes somos? En lo que concierne al mundo, somos gente muerta. En lo que respecta a Dios, somos hijos de Dios vivos, perdonados y resucitados. ¿Y quién vive en nosotros? Jesucristo mismo.
¿Seremos aún tentados y caeremos en pecado? A veces sí, sin duda. Y, sin embargo, a medida que nos acostumbramos a tener nuestra mirada en el Señor, será menos probable que tropecemos con las realidades temporales más pequeñas que nos rodean, las que pertenecen a nuestra vida anterior antes de Cristo. Nuestros ojos y nuestro corazón estarán llenos de Él. Vale la pena intentarlo, ¿no crees?
ORACIÓN: Señor Espíritu Santo, ayúdame a mirar a Jesús y vivir con Él siempre a la vista. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* ¿Por qué crees que es tan fácil olvidarse de algunas cosas reales y de otras no?
* ¿Hay alguna situación particular en tu vida en este momento en la que tu actitud o acciones podrían cambiar si tienes en cuenta que Cristo realmente te ha llevado de la muerte a la resurrección?
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