Así dice el Señor Dios: «Yo también tomaré un renuevo de lo más alto de la copa del cedro y lo plantaré; arrancaré de la punta de sus renuevos uno tierno y lo plantaré en un monte alto y eminente. En el alto monte de Israel lo plantaré; extenderá ramas y dará fruto, y llegará a ser un cedro majestuoso. Debajo de él anidarán toda clase de aves, a la sombra de sus ramas anidarán. Y todos los árboles del campo sabrán que Yo soy el Señor; humillo al árbol elevado y elevo al árbol humilde; seco al árbol verde y hago reverdecer al árbol seco. Yo, el Señor, he hablado y lo haré».
Ezequiel 17: 22-24 NBLA
Esta lectura de Ezequiel es más fácil de entender cuando nos damos cuenta de que Dios acaba de terminar de contar una parábola sobre una persona que tomó un renuevo de la copa de un cedro y la plantó. Esa persona era el rey de Babilonia, quien tomó a un príncipe de la casa real de David y lo plantó para gobernar lo que quedaba de Judá después de que Babilonia la conquistó y se convirtió en su señor. Pero el príncipe que quedó a cargo fue infiel: no cumplió sus promesas juradas sino que se rebeló contra el rey, y lo pagó con su vida. Y la gente a la que gobernaba también sufrió por ello.
Ahora Dios dice que él también tomará un renuevo de la copa de un cedro, un hijo de la casa de David, y lo plantará para sí mismo. Pero este príncipe no será desobediente ni infiel. Este príncipe llegará a ser grande en su fidelidad y será un refugio para todos los que lo rodean, como un árbol donde todos los pájaros anidan en perfecta seguridad.
¡Qué gran imagen de nuestro Señor Jesús! Él es verdaderamente el hijo de la familia de David, a quien Dios plantó y engrandeció no por su propio bien, sino por el bien del pueblo de Dios, de todos los que vienen a descansar a su sombra. Él es nuestra seguridad y nuestro hogar. Jesús no se rebela contra el Padre, sino que hace exactamente lo que el Padre manda, y eso se convierte en una bendición para nosotros.
Vemos ese amor fiel en muchas áreas de su vida: cuando Dios lo plantó como una partícula de vida humana en el vientre de María; cuando nació en la pobreza y creció en un lugar remoto, sin que nadie lo reconociera ni lo honrara por quién era. Lo vemos en su servicio amoroso y paciente al enseñarle a todos los que acudían a él y sanarles sus enfermedades. Lo vemos en su sufrimiento y muerte por nosotros, porque aunque él mismo no había hecho nada malo, aceptó nuestro merecido castigo para que todos pudiéramos ser libres en él. Y lo vemos en su resurrección, donde Dios dejó en claro que este Hijo de David era en verdad el Hijo amado de Dios, quien hace todo bien y quien ha salvado al mundo. Su fidelidad es nuestra seguridad, nuestra vida y nuestro gozo.
ORACIÓN: Señor Jesús, gracias por ser fiel tanto al Padre como a nosotros. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* ¿De qué forma te refugias bajo las ramas de Jesús y encuentras allí seguridad y alimento?
* ¿Cómo están conectados entre sí los conceptos de fe y fidelidad?
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