Cuando Jesús vio a la multitud, subió al monte y se sentó. Entonces sus discípulos se le acercaron, y él comenzó a enseñarles diciendo:… »Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
(Mateo 5:1-2, 6)
«¿Está mal alegrarse cuando alguien recibe lo que se merece?». Esa es una pregunta capciosa, ¿no?
Si alguien hace algo malo y luego lo atrapan y sufre por ello, es común que otras personas se alegren. Pero somos cristianos: nos han enseñado a perdonar a nuestros enemigos, a evitar juzgar a las personas y a recordar siempre que nosotros mismos somos pecadores. Entonces, ¿eso significa que es un pecado alegrarse cuando una persona malvada recibe su merecido, cuando «el que la hace la paga»?
Puede ser. Si nos deleitamos personalmente al ver sufrir a otra persona, eso es horrible, y no puedo ver a Jesús contento con eso. Si nos aferramos a viejos rencores año tras año, ¡incluso los justificados!, y nos negamos a dejarlos ir bajo cualquier circunstancia, es casi seguro que estamos mal.
Pero luego oímos las palabras de Jesús: «Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados». ¿Cómo debemos interpretar eso?
Claramente es bueno amar la justicia, esperar la justicia y orar para que Dios la traiga. «El justo se alegra cuando se hace justicia, pero los malvados se ponen a temblar» (Proverbios 21:15). «Porque el Señor ama la justicia y no desampara a sus fieles» (Salmo 37:28a). Y cuando Dios interviene en la historia humana y rescata a los inocentes, es absolutamente bueno alegrarse y dar gracias: como dice el salmista, «Alabaré tu misericordia y tu justicia; cantaré, Señor, salmos a tu nombre» (Salmo 101:1). Y eso también se aplica a situaciones en nuestra vida personal.
Entonces, cuando Dios rescata a los inocentes y derriba a los malhechores, podemos alegrarnos. Pero lo haremos recordando que nosotros también somos pecadores, y que la única justicia que tenemos es la que Jesús nos ha dado a costa de su propia vida. Esto debería estar en nuestras mentes incluso cuando nos alegramos: una sensación de asombro y humildad, lo que la Biblia llama el «temor de Dios» en el mejor sentido posible. Eso mantiene nuestros egos bajo control.
Y podemos orar por los malhechores, incluso por aquellos que nos han hecho daño personalmente, porque Jesús también murió y resucitó por ellos. Si se arrepienten y creen, también recibirán su justicia.
A veces eso puede ser difícil de aceptar. Pero podemos pedirle al Espíritu Santo que nos ayude, que nos rehaga cada vez más a la imagen de Jesús, quien es nuestra justicia, la única justicia que tenemos, la única que necesitaremos.
ORACIÓN: Señor, permite que tu justicia tenga la victoria, en nuestro mundo y en mi corazón. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* Cuando te lastiman o te oprimen, ¿de qué maneras te ayuda Dios? Nombra tantas maneras como puedas.
* Reflexiona en un momento en que Dios anuló el mal que merecías.
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