Háganlo todo para la gloria de Dios.
1 Corintios 10:31b
En nuestro pueblo volvieron las previsibles inundaciones de primavera. Solo que llegaron antes, porque en lugar de nieve, cayó mucha lluvia. Como de costumbre, los campos de béisbol río abajo fueron golpeados con fuerza. Las aguas de la inundación dejaron escombros de 15 pies de altura en algunos árboles. La oleada imparable depositó barro y basura en los refugios y lo apiló contra las cercas. Fue un desastre.
El campo de béisbol es donde mi hijo jugará béisbol este verano por lo que, cuando pidieron que los padres de los jugadores fueran a ayudar a limpiar, mi esposa y yo fuimos. Llegamos temprano ese sábado por la mañana. Cuando preguntamos qué debíamos hacer, nos pidieron que limpiáramos el camino. Así que tomamos nuestros rastrillos y palas y comenzamos la tarea.
Pronto se unieron muchas más personas. Algunos vinieron con tractores y niveladoras; otros con camionetas con remolques y carretillas. Había reparadores de vallas, recolectores de basura, limpiadores, carpinteros, constructores y jardineros. Una pareja trajo café y donas; se convirtieron en los proveedores de alimentos para el grupo.
Un hombre iba constantemente de un lado a otro, sonriendo y dándonos palabras de aliento mientras continuábamos rastrillando, traspalando y sacando escombros de los árboles. Nadie nos dijo qué hacer más allá de la primera directiva que recibimos cuando llegamos allí, así que seguimos rastrillando, traspalando y sacando cosas de los árboles. Hicimos varias pilas ordenadas de basura que otros tiraron más tarde.
Alrededor del mediodía sentimos que habíamos terminado nuestra tarea. Como nadie nos había dicho nada sobre otro trabajo, nos fuimos a casa. La experiencia fue interesante. Todos encontraron cosas que hacer sin mucha dirección. Parecía que cada uno hacía aquello para lo cual estaba equipado y con lo que se sentía cómodo, lo que ayudó a hacer el trabajo.
La experiencia me recordó los dones del Espíritu que se enumeran en las Escrituras en varios lugares (ver 1 Corintios 12; Romanos 12:1-13; Efesios 4:1-16). Todos venimos con dones y habilidades dados por Dios. Es posible que sepamos de antemano cuáles son o, a veces, puede llevar algún tiempo descubrirlos. Pero siempre se pueden usar para lograr grandes cosas en nuestra comunidad, en nuestra iglesia, en nuestro vecindario, o incluso para limpiar un campo de béisbol de verano.
ORACIÓN: Padre celestial, nos has equipado maravillosamente para servirte a ti y a los demás. Anímanos para que siempre usemos nuestros dones para hacerlo. En el nombre de Jesús. Amén.
The Lutheran Layman, Jon Suel
Para reflexionar:
1.- ¿Qué dones crees que Dios te ha dado para el servicio de los demás? ¿Tienes la oportunidad de ponerlos en acción con bastante frecuencia?
2.- ¿Cómo podemos servir a Dios en las cosas pequeñas y ordinarias que hacemos en la vida diaria?
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