Mientras comían, Jesús tomó el pan y lo bendijo; luego lo partió y se lo dio, al tiempo que decía: “Tomen, esto es mi cuerpo”. Después tomó la copa, y luego de dar gracias, se la dio, y todos bebieron de ella. Les dijo entonces: “Esto es mi sangre del pacto, que por muchos es derramada”.
Marcos 14:22-24
Hace unos domingos fue mi turno de ayudar con la distribución en la Cena del Señor. En nuestra pequeña iglesia, los comulgantes forman un círculo alrededor del altar. Usamos una hogaza de pan y literalmente partimos el pan cuando se lo damos a quienes comulgan, con las palabras: «El cuerpo de Cristo para ti».
Allí estaban hombres y mujeres, jóvenes y ancianos. Yo pensaba: ¿Sabrán del milagro que está sucediendo aquí? ¿Se darán cuenta de qué se trata este momento sagrado? ¿Será esto más que un ritual simbólico para ellos? ¿Cuántas veces este Sacramento los habrá consolado en la vida?
Me alegra que los beneficios del Sacramento lleguen a las personas sin mi juicio sobre su mérito o, en realidad, su juicio sobre el mío. Si ese fuera el caso, es probable que ninguno de nosotros se acercara para tomar la Comunión y participar de esta bendición divina que se nos ha dado a través de nuestro Señor Jesucristo.
¿No es genial? ¿Acaso no es motivo de celebración que el Señor nos acepte como somos y nos dé su perdón, vida y salvación? ¡No es de extrañar que digamos que «celebramos» la Cena del Señor! De hecho, es algo para celebrar y saborear, a medida que avanzamos en nuestra semana conscientes de todo lo que Dios ha hecho por nosotros.
Ahora, si nuestro Señor nos acepta como somos, creo que no podemos hacer nada menos que aceptarnos también los unos a los otros así como somos, o sea, con imperfecciones y todo, dignos o no. Los esposos se aceptan mutuamente, los padres aceptan a sus niños, los ancianos aceptan a los jóvenes, los ricos aceptan a los pobres. Porque ante el Señor todos somos indignos e inaceptables, excepto por la gracia, la misericordia y el perdón de Dios el Padre a través de lo que Jesús hizo por nosotros en la cruz.
ORACIÓN: Padre celestial, gracias por invitarnos a tu mesa para que podamos tener comunión contigo. En el nombre de Jesús. Amén.
The Lutheran Layman, mayo 1979, Jon Suel.
Para reflexionar:
* ¿Cuáles son los principales beneficios para una persona que toma la Santa Cena?
* ¿Por qué crees que es bueno participar con regularidad de la Santa Cena?
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