Pero nosotros siempre debemos dar gracias a Dios por ustedes, hermanos amados por el Señor, de que desde el principio Dios los haya escogido para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad. A esto los llamó por medio de nuestro evangelio, para que alcanzaran la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Por lo tanto, hermanos, manténganse firmes y retengan la doctrina que personalmente y por carta les hemos enseñado. Que nuestro Señor Jesucristo mismo, y nuestro Dios y Padre, que nos amó y nos dio consuelo eterno y buena esperanza por gracia, les infunda ánimo en el corazón y los confirme en toda buena palabra y obra.
2 Tesalonicenses 2:13-17
Es fácil olvidar que los primeros creyentes tuvieron que llegar a Cristo por primera vez en algún momento. Ellos fueron los verdaderos pioneros de la fe. Avanzaban a pesar de estar en un mundo dominado por el vasto poder de Roma y poblado con todo tipo de dioses, rituales y creencias espirituales. Vivían en un mundo que iba totalmente en contra de ellos.
No tenían una selección de iglesias organizadas para escoger, ni una lista de libros más vendidos que pudieran consultar en cuanto a doctrina o a cómo vivir la vida cristiana. Y el único «incentivo» que tenían para ser cristianos era el ser ridiculizados, o algo aún peor. La realidad era que el seguir a Jesús los podía meter en muchos problemas.
Los creyentes en Tesalónica estaban experimentando algunos de esos problemas, y el apóstol Pablo lo sabía muy bien. Pablo estaba orgulloso de su valentía puesta al fuego: «Nosotros mismos nos sentimos muy orgullosos de ustedes en las iglesias de Dios, al ver la paciencia y la fe de ustedes para soportar las persecuciones y sufrimientos» (2 Tesalonicenses 1: 4). Él compartía su fe con los demás y también los llevaba en oración: «Por eso siempre oramos por ustedes, para que nuestro Dios los considere dignos de su llamamiento, y cumpla con su poder todo propósito de bondad y toda obra de fe, para que, por la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo, el nombre de nuestro Señor Jesucristo sea glorificado en ustedes, y ustedes en él» (2 Tesalonicenses 1: 11-12).
Cuán importante, cuán vitalmente importante, debe haber sido el ejemplo y la expresión de fe de los primeros creyentes para la iglesia primitiva, y lo es para nosotros hoy. Los tesalonicenses abandonaron el paganismo arraigado del viejo mundo y fueron leales al Salvador de forma radical. Ese es el tipo de ejemplo que necesitamos en nuestro mundo contemporáneo inclinado hacia sus propios callejones sin salida: riqueza, poder, fama y el «yo».
Gracias a Dios, como escribió Pablo, «¡por su don inefable!» (2 Corintios 9:15) porque por medio de la fe que compartimos en la muerte y resurrección del Salvador, ahora somos libres de seguir sus pasos, al unirnos a la marcha de creyentes a través de los siglos que nos lleva a una vida abundante, bendecida y centrada en el Hijo de Dios, nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
ORACIÓN: Padre celestial, ayúdanos a través del Espíritu Santo a llevar vidas de fe, vidas que resistan al mundo y sean ejemplo de tu gracia. En el Nombre de Jesús oramos. Amén.
Paul Schreiber
Para reflexionar:
1.- ¿De qué manera ha impactado alguien tu fe de una manera profunda?
2.- ¿Qué haces para fortalecer tu fe?
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