Reconozcan que el Señor es Dios; él nos hizo, y de él somos. Somos su pueblo. ¡Somos las ovejas de su prado! Entremos por sus puertas y por sus atrios con alabanzas y con acción de gracias; ¡Alabémosle, bendigamos su nombre!
Salmo 100:3-4
Dios nos hizo. Somos su pueblo. En Cristo hemos sido creados de nuevo, y la Palabra de Dios describe nuestra nueva vida de diferentes maneras. Somos discípulos, hijos de la luz, «más que vencedores», hijos e hijas de Dios, ciudadanos del reino de los cielos y «ovejas de su prado».
Las ovejas son criaturas útiles que proporcionan carne, leche y lana. Sin embargo, incluso con estas útiles cualidades, las ovejas no siempre disfrutan de una buena reputación. Por inmerecidas que sean estas descripciones poco halagadoras, las ovejas suelen desviarse y perderse. Son presa fácil para los depredadores. Las ovejas necesitan cuidados constantes bajo la atenta mirada de su pastor, que las conduce al agua y al pasto, las defiende de ladrones y lobos, se encarga de que sean esquiladas, cuida de las que están enfermas y ayuda con los corderos recién nacidos. Usar a las ovejas para describir un rasgo humano, no es necesariamente halagador. Significa que la persona es mansa y tímida o, según una definición del diccionario, indica que una persona está avergonzada debido a una falta percibida.
Pero, dejando a un lado esa reputación poco halagadora, las ovejas sí saben algunas cosas. Las ovejas reconocen y siguen la voz de su pastor; huyen de otras voces que las llamen. Si bien pueden vagar de vez en cuando, aprenden a seguir a donde las guía su pastor. Somos las ovejas de Dios y, junto con nuestros amigos lanudos, también sabemos algunas cosas. Incluso la palabra avergonzado puede aplicarse ya que, movidos por el Espíritu Santo, somos conscientes, en humildad arrepentida, de nuestros muchos pecados y faltas.
Sabemos que Jesús es el Buen Pastor quien nos lleva hacia él y perdona nuestros pecados. Reconocemos la voz de nuestro Pastor en la Palabra y sabemos que Él nos ama y nos cuida. Él nos conduce a los verdes pastos de su Palabra y nos refresca con las aguas vivas de su Espíritu. Jesús no es solo nuestro Pastor, también es la única Puerta, el único Camino, hacia la seguridad eterna de su redil. Huimos de las voces tentadoras que tratan de alejarnos y, cuando nos desviamos hacia el pecado, el Pastor nos llama a nosotros, sus ovejas arrepentidas, de regreso a Él.
Sabemos, también, que nuestro Buen Pastor Jesús entregó su vida para salvarnos y luego tomó su vida nuevamente en triunfo sobre cada enemigo que amenaza a su precioso rebaño. Sabemos que somos amados y que nuestro Pastor nos mantendrá bajo su cuidado, ahora y por toda la eternidad. Él ha prometido: «Las que son mis ovejas, oyen mi voz; y yo las conozco, y ellas me siguen. Y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano» (Juan 10:27-28).
ORACIÓN: Jesús, mi Pastor, perdona mis pecados y mantenme bajo tu cuidado ahora y para siempre. Amén.
Dra. Carol Geisler
Para reflexionar:
* ¿Por qué crees que a muchos no les gusta verse a sí mismos como ovejas que necesitan un pastor?
* Jesús, el Gran Pastor, habla y sus ovejas lo escuchan. ¿De qué formas nos habla hoy?
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