El Señor mandará sus ángeles a ti, para que te cuiden en todos tus caminos. Ellos te llevarán en sus brazos, y no tropezarán tus pies con ninguna piedra.
Salmo 91: 11-12
Estos son los versículos que fueron mal usados por el diablo en sus esfuerzos por llevar a Jesús al pecado. Satanás omitió la importante frase «en todos tus caminos». Parece que la serpiente antigua conoce las Escrituras, pero no puede usarlas honestamente. Jesús, en respuesta, usó correctamente la Palabra para derrotar al enemigo maligno, una lección para todos nosotros.
Los versículos del salmo de hoy no se refieren a los ángeles caídos, sino a los ángeles enviados por Dios para proteger a su pueblo. No sabemos todo sobre nuestros ángeles guardianes, pero las Escrituras nos dicen algunas cosas. Sabemos que los ángeles son seres creados, hechos por el Señor quien creó «los cielos, y los cielos de los cielos, con todas sus huestes» (Nehemías 9: 6b). Los ángeles hacen la voluntad de Dios y ofrecen incesantes alabanzas ante su trono. La Sagrada Escritura nos da los nombres de dos ángeles, Miguel y Gabriel.
Los ángeles son «espíritus ministradores, enviados para servir a quienes serán los herederos de la salvación» (Hebreos 1: 14b). Estos espíritus ministradores protegen tanto a los creyentes adultos, como a los corderos más pequeños del Buen Pastor. Y parece que los ángeles pueden disfrazarse, ya que algunas personas, «sin saberlo, hospedaron ángeles» (Hebreos 13: 2b). Aunque podamos estar fascinados por estos seres poderosos, nunca debemos adorarlos. Son nuestros consiervos y sirven al mismo Maestro que nosotros (ver Apocalipsis 19:10).
Los escritos de los profetas y las buenas nuevas de nuestra salvación «son cosas que aun los ángeles quisieran contemplar» (1 Pedro 1: 12b). Estos guerreros y curiosos mensajeros angélicos estuvieron profundamente involucrados en la historia de nuestra salvación. Un ángel anunció el nacimiento de Jesús a los pastores en los campos y una multitud de las huestes celestiales llenó el cielo nocturno con alabanzas. También la noche en que Jesús fue traicionado, apareció un ángel para fortalecerlo. Y ángeles proclamaron la alegre noticia de la resurrección de Jesús: «No está aquí. ¡Ha resucitado!» (Lucas 24: 6a) como también acompañarán al Señor cuando regrese el último día.
Hay mucho que no sabemos acerca de estos siervos de Dios invisibles y sin nombre, pero sabemos que Dios ordena a sus ángeles que nos guarden en todos nuestros caminos. Los versículos anteriores de este salmo dicen: «Por haber puesto al Señor por tu esperanza, por poner al Altísimo como tu protector, no te sobrevendrá ningún mal, ni plaga alguna tocará tu casa» (Salmo 91: 9-10). Quizá tengamos preguntas acerca del mandato que recibieron los ángeles de llevarnos en sus brazos. A veces sí tropiezan nuestros pies con piedras, pero el hecho de que tropiecen nuestros pies con piedras no significa que los ángeles no estén prestando atención. Dios, que sabe cuándo cae un solo gorrión a la tierra, sabe también cuándo y dónde tropezamos o caemos. La promesa de este salmo nos asegura que somos vigilados y protegidos de cerca, y amados aún más de cerca.
ORACIÓN: Señor y Salvador, te alabo por el atento cuidado de tus santos ángeles. Amén.
Dra. Carol Geisler
Para reflexionar:
* ¿Qué significa para ti el término «ángel de la guarda»? ¿Crees que un ángel te cuida?
* ¿Has experimentado alguna situación en la que sentiste que hubo un ángel involucrado de alguna manera?
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