En ese momento los discípulos se acercaron a Jesús, y le preguntaron: «¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?». Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: «De cierto les digo, que si ustedes no cambian y se vuelven como niños, no entrarán en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humilla como este niño es el mayor en el reino de los cielos; y cualquiera que recibe en mi nombre a un niño como éste, me recibe a mí.
(Mateo 18:1-5).
Aparentemente, los discípulos tenían disputas sobre quién era el más importante, así que Jesús usó eso para su cuarto discurso principal, y les enseñó cómo los cristianos debemos actuar los unos para con los otros.
Los niños son hermosos y son una bendición de Dios. Pero aquí Jesús no está diciendo que tenemos que actuar de manera infantil o vestirnos como niños, sino que debemos vivir en humildad, como la que demuestran los niños, que es el sello de la grandeza en el reino de los cielos. Esa humildad es la que nos lleva a reconocer nuestra incapacidad de hacer nada para ser dignos ante Dios o ganar nuestra salvación. Esa humildad depende totalmente de la misericordia de Dios para perdonarnos y mira solamente a Jesús como nuestro Salvador.
Y es que la verdadera grandeza no es la fuerza autosuficiente, sino la humildad. A veces somos tentados a buscar la grandeza a través de la autosuficiencia y el poder. Pero la verdadera grandeza se encuentra en la humildad como la de un niño pequeño, que reconoce su necesidad de su padre amoroso.
Señor, cámbianos y vuélvenos como niños. Haznos humildes como ellos y ayúdanos a recibir en tu nombre a los niños, porque así te recibimos a ti. Ayúdanos a vivir como humildes hijos tuyos, dependiendo totalmente de ti para nuestras necesidades físicas y espirituales. Amén.
Diaconisa Noemí Guerra
Para reflexionar:
* ¿De qué manera estás buscando la grandeza en tu vida?
* ¿Qué pasos prácticos puedes tomar para amar y servir a tu prójimo con humildad y amor?
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