Mientras navegaban, Jesús se quedó dormido. Pero se desencadenó en el lago una tempestad con viento, de tal manera que la barca se inundó y corrían el peligro de naufragar […] Cuando él llegó a tierra, vino a su encuentro un hombre de la ciudad que estaba endemoniado.
Lucas 8:23, 27a
Leí un artículo muy interesante sobre las plantas del desierto el otro día. Decía que debido a la aridez del desierto, allí solo pueden crecer plantas muy especializadas llamadas «xerófilas». Estas plantas están adaptadas para soportar la sequía y son capaces de sobrevivir y crecer en las condiciones más difíciles.
Me hizo recordar este pasaje. Jesús había invitado a sus discípulos a cruzar al otro lado del mar con Él cuando se levantó una gran tormenta que amenazaba sus vidas. Fue horrible, aterrador, traumático, pero Jesús estaba con ellos y los había hecho como xerófilas, capaces de resistir, sobrevivir y crecer en las peores condiciones.
Lo mismo sucede contigo y conmigo hoy. De igual forma podemos sufrir y ser tentados a no confiar en Dios mientras cruzamos al otro lado, pero somos fuertes en Él y no nos ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero Dios es fiel y no permitirá que seamos sometidos a una prueba más allá de lo que podemos resistir, sino que junto con la prueba nos dará la salida, para que podamos sobrellevarla (ver 1 Corintios 10:13).
Y quizá puedas decir, como he dicho yo algunas veces, y como ha dicho el apóstol Pablo, «Tres veces le he rogado al Señor que me lo quite, pero él me ha dicho: «Con mi gracia tienes más que suficiente, porque mi poder se perfecciona en la debilidad». Por eso, con mucho gusto habré de jactarme en mis debilidades, para que el poder de Cristo repose en mí. Por eso, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en las afrentas, en las necesidades, en las persecuciones y en las angustias; porque mi debilidad es mi fuerza» (2 Corintios 12:8-10).
Jesús murió en la cruz y ganó la salvación para cada uno de nosotros. Ahora nuestras debilidades se han convertido en oportunidades para que su gloria brille en este mundo. ¡Somos hechos fuertes en Él! ¿Por qué? Este pasaje también dice que tan pronto como Jesús y sus discípulos llegaron al otro lado, un hombre que necesitaba ayuda desesperadamente les salió al encuentro. Resulta que hay otros tipos de «plantas» que nos necesitan y otras cualidades especiales que el Espíritu de Dios está produciendo en nosotros.
Y es que en este mundo hay mucho sufrimiento a causa del pecado. Por eso, Dios invita a sus hijos perdonados, a quienes Él ha hecho fuertes xerófilas en Él, a cruzar con Él al otro lado, donde hay sufrimiento. Porque en Cristo, Dios «nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que también nosotros podamos consolar a los que están sufriendo, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios» (2 Corintios 1:4).
ORACIÓN: Dios, gracias por hacerme fuerte en ti, capaz de soportar las tormentas de la vida y de consolar a aquellos que necesitan tu amor. Amén.
Diaconisa Noemí Guerra
Para reflexionar:
* ¿A quién ha usado Dios para consolarte en tus tormentas?
* ¿A quién has consolado tú después de recibir el consuelo y la fuerza «xerófila» de Dios?
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