…Ha llegado el tiempo de juntar a todas las naciones y lenguas, y ellas vendrán y verán mi gloria […] Ellos darán a conocer mi gloria entre las naciones. Y a todos los hermanos que ustedes tienen entre las naciones los harán venir, para que se presenten ante mí como una ofrenda. Vendrán hasta mi santo monte de Jerusalén en caballos, carros, literas, mulos y camellos, y portando utensilios limpios, de la manera en que los hijos de Israel traen sus ofrendas a mi casa. Yo el Señor lo digo. Y digo también que a algunos de ellos los tomaré para que sean sacerdotes y levitas.
Isaías 66:18b, 19c-21
Un exiliado es alguien que tuvo que irse a vivir lejos de su casa para quizás nunca regresar. Mi esposo es una especie de exiliado: huyó de Vietnam en un bote y nunca ha regresado. Puede no ser seguro que lo haga. Pero sé que extraña mucho su país natal.
Vivir en el exilio causa un dolor especial. El pueblo de Judá tenía buenas razones para conocer ese dolor: cuando cayó Jerusalén sus enemigos los llevaron muy, muy lejos y los dispersaron entre las naciones. Nunca esperaron volver a ver su hogar.
Pero ahora el Señor anuncia un milagro: los exiliados volverán a casa. Y no por sus propios esfuerzos. Sus enemigos, las mismas naciones que los esclavizaron, los llevarán como ofrenda de regreso al Señor. Regresarán a casa para siempre, para ser sacerdotes del Señor sirviendo al Dios que los redimió.
De vuelta a la casa del Señor. De vuelta a la casa donde pertenecemos. Esto es lo que el Señor quiere para ti, para mí, para todos. Toda la raza humana ha estado exiliada desde muy temprano, desde que nos rebelamos contra Dios en el Jardín del Edén, desde que le dimos la espalda y tratamos de construir una vida sin Él. Pero sabemos que tal vida no existe. El Señor es nuestra vida y nuestro hogar y nuestra felicidad. ¡Cómo lo necesitamos!
Pero no podemos volver atrás por nuestro propio esfuerzo. El viaje es demasiado largo, el camino es demasiado accidentado. Necesitamos que alguien nos recoja, que sane nuestras heridas, que nos lleve de nuevo a casa. Y eso es lo que Jesús ha hecho por nosotros. Él dejó el cielo y vino a buscarnos y a llamarnos de regreso al Señor. Y porque sabía que las palabras no serían suficientes, entregó Su propia vida para llevarnos seguros al Padre, perdonados y amados.
Ahora, todos los que confiamos en Él estamos con Él, viviendo la vida eterna y gozosa del Salvador que resucitó de entre los muertos para hacernos de Dios.
ORACIÓN: ¡Gracias a Dios! Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* ¿Cómo crees que el exilio afecta a las personas?
* Cuando te sientes lejos de Dios, ¿cómo te consuela Jesús y te lleva a casa?
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