[El Señor ha dicho:] A los hijos de los extranjeros que me sigan y me sirvan, y que amen mi nombre y sean mis siervos; y a todos los que observen el día de reposo y no lo profanen, y se aferren a mi pacto, yo los llevaré a mi santo monte, para que se alegren en mi casa de oración. Sus holocaustos y sus sacrificios serán bien recibidos sobre mi altar, porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos. Todavía habré de reunir con ustedes a otros que estoy por reunir.
Isaías 56:6-8
No es fácil ser un ciudadano de segunda clase: todo a tu alrededor te recuerda que no perteneces. Hay lugares a los que no puedes ir, cosas que no puedes hacer. Lo peor de todo: la gente te trata mal. Muchos de ustedes saben esto por su propia experiencia de vida.
En la Biblia, quienes temían a Dios son un ejemplo de ciudadanos de segunda clase. Eran las personas que adoraban al Dios de Israel, pero no seguían la ley judía completamente. Eran considerados «medio» convertidos, por lo que había límites en lo que podían hacer y hacia dónde podían ir. En tiempos de Jesús, por ejemplo, podían ir al templo en Jerusalén, pero solo hasta el patio exterior de los gentiles, que estaba lejos del altar y de muchas áreas donde la enseñanza, la oración, la música y la ofrenda se llevaban a cabo. ¡Imagina cómo se deben haber sentido!
Pero en nuestra lectura de hoy, Dios deja en claro que esta situación no durará para siempre. Él no tiene intención de tener ciudadanos de segunda clase en su reino: «…los llevaré a mi santo monte, para que se alegren en mi casa de oración… porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos».
Notemos lo que Dios dice: «…para que se alegren en mi casa de oración». En otras palabras, no solo se unirán al resto de los creyentes en los atrios internos, sino que ¡van a entrar hasta el mismo templo! Dios les está dando la bienvenida en su propia presencia y, junto con ellos, a todos aquellos que lo aman, confían y le sirven como su Dios, más allá de cuál sea su origen.
Esto es lo que Jesús ha hecho por nosotros, todos los que lo amamos y confiamos en Él como nuestro Salvador. Como dice Pablo: «Pero ahora, en Cristo Jesús, ustedes, que en otro tiempo estaban lejos, han sido acercados por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz. De dos pueblos hizo uno solo, al derribar la pared intermedia de separación… y para reconciliar con Dios a los dos en un solo cuerpo mediante la cruz, sobre la cual puso fin a las enemistades. Él vino y a ustedes, que estaban lejos, les anunció las buenas nuevas de paz, lo mismo que a los que estaban cerca. Por medio de él, unos y otros tenemos acceso al Padre en un mismo Espíritu» (Efesios 2: 13-14, 16-18).
Ahora puedes acercarte a Dios en paz, sabiendo que eres completamente bienvenido sin importar tu pasado. Jesús te ha llamado y te ha dado su propia vida para hacerte ciudadano del reino de Dios, hijo amado del Padre. Y ha resucitado de entre los muertos para que puedas vivir con Él y con todo el resto del pueblo de Dios para siempre, en amor y paz.
ORACIÓN: Querido Señor, mantennos firmes en tu paz verdadera y completa. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
1.- ¿Has sido tratado como ciudadano de segunda clase o has visto a otros ser tratados de esa manera?
2.- ¿Cómo puede Dios usarte para construir relaciones basadas en amor y respeto con personas de las que normalmente estarías separado?
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