Reciban al que es débil en la fe, pero no para entrar en discusiones. Algunos creen que está permitido comer de todo, pero hay otros que son débiles y que sólo comen legumbres. El que come de todo, no debe menospreciar al que no come ciertas cosas, y el que no come de todo, no debe juzgar al que come, porque Dios lo ha aceptado. ¿Quién eres tú, para juzgar …? Así que tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? ¡Todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo! Escrito está: «Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios.» Así que cada uno de nosotros tendrá que rendir cuentas a Dios de sí mismo
(Romanos 14:1-4, 10-12).
¿En tu familia se quitan los zapatos antes de entrar a la casa? Nosotros no. ¡Lo intentamos varias veces, pero sin suerte! Le hacíamos champú a la alfombra y quedaba como nueva. Entonces nos proponíamos no usar zapatos dentro de la casa para mantenerla limpia. Pero al cabo de unas semanas todos nos rendíamos. Así que, si llegas a mi casa a visitarme, no te preocupes por quitarte los zapatos. La alfombra recibe champú frecuentemente. Ahora, ¿será que eso me da derecho a criticar o juzgar a quienes se quitan los zapatos al llegar a casa? ¿O les da derecho a ellos de juzgarme a mí? ¿Qué dice la Biblia en cuanto al uso de zapatos dentro de la casa? ¡Nada!
En el texto para hoy encontramos una profunda reflexión sobre la libertad cristiana y la importancia de no juzgar a nuestros hermanos en la fe por cuestiones de convicción personal, como la comida, los días de fiesta y sí, los zapatos dentro de la casa. Jesús nos liberó de las antiguas leyes sobre alimentos y festividades del Antiguo Testamento. Ahora, como creyentes, tenemos la libertad de elegir si queremos observar estas prácticas o no. Sin embargo, lo importante aquí es que no debemos imponer nuestras convicciones a otros ni juzgar su conducta en estas cuestiones de libertad cristiana.
En nuestro bautismo fuimos unidos a Cristo y a la comunidad de creyentes. Esta unión es tan fuerte, que ni siquiera la muerte puede romperla. Entonces, recordemos que somos hermanos en la fe y que nuestro amor y respeto mutuo deben ser la guía en todas las cosas, hasta que comparezcamos ante el tribunal de Cristo, donde rendiremos cuentas de nuestras acciones y actitudes. Así que, en vez de juzgar a nuestros hermanos en la fe, enfoquémonos en nuestro propio camino espiritual.
Padre, ayúdanos a recibir al que es débil en la fe y no permitas que menospreciemos a nuestros hermanos porque piensan diferente. Amén.
Para reflexionar:
* ¿En qué medida tus opiniones y tradiciones están influyendo en tu relación con otros creyentes?
* ¿De qué maneras puedes evitar juzgar o menospreciar a quienes tienen diferentes convicciones?
Diaconisa Noemí Guerra
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