
La copa de bendición por la cual damos gracias, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? .
1 Corintios 10:16
Te cuento que hace poco me llegó una carta del banco diciendo que ya habíamos terminado de pagar nuestro carro. ¡La deuda estaba saldada! Pero yo ni me enteré ese día, porque estaba fuera de la ciudad y la carta se quedó ahí, guardada entre el montón de sobres. Cuando regresé y por fin abrí el sobre, me dio mucha alegría… pero ¿sabes qué? Aunque yo no lo supiera en el momento, la deuda ya estaba pagada. No dependía de si yo me sentía emocionada o no. Era un hecho, listo.
Algo muy parecido pasa con la Santa Cena. A veces vamos a la iglesia medio arrastrando los pies. Con el corazón cansado, con tristeza, distracción o con dudas. Y uno piensa: “¿Será que esto me sirve hoy? ¿Será que lo estoy haciendo bien?” Pero la verdad es que, en ese pan y ese vino, Jesús se te da de verdad. No como símbolo, no como algo bonito que recordamos. No. Él está ahí con Su cuerpo y Su sangre, dándote perdón, dándote fuerza, dándote vida nueva.
Pablo lo dice claramente en la lectura de hoy. Esa copa es la comunión de la sangre de Cristo. Ese pan es la comunión de su cuerpo. Y comunión no es una idea; es una unión real. Él está contigo. Y no porque tú sientas algo especial, sino porque Él lo prometió. Y cuando Jesús promete, cumple.
Puede que un domingo llegues apagado, con mil cosas en la cabeza. Pero Jesús está ahí, esperándote en Su mesa, con todo lo que necesitas. Aunque no lo sientas, ya es tuyo.
Señor Jesús, gracias por darme tu verdadero cuerpo y tu verdadera sangre. Gracias porque tu promesa no depende de mis emociones, sino de tu fidelidad. Recuérdame que Tu perdón ya es mío. Amén.
Para reflexionar:
* ¿Has recibido alguna vez una buena noticia sin darte cuenta enseguida? ¿Cómo te sentiste cuando por fin lo supiste?
* ¿A quién conoces que necesita escuchar que su deuda ya está saldada por Jesús?
Diaconisa Noemí Guerra
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