
Al ver las muchas maravillas y señales que los apóstoles hacían, todos se llenaban de temor, y todos los que habían creído se mantenían unidos y lo compartían todo; vendían sus propiedades y posesiones, y todo lo compartían entre todos, según las necesidades de cada uno. Todos los días se reunían en el templo, y partían el pan en las casas, y comían juntos con alegría y sencillez de corazón, mientras alababan a Dios y brindaban ayuda a todo el pueblo. Y cada día el Señor añadía a la iglesia a los que habían de ser salvos.
(Hechos 2:43-47)
La iglesia primitiva era generosa, demasiado generosa, dirían algunas personas hoy. Vendían sus propiedades y compartían con los pobres, como si no hubiera un mañana. ¡Y estaban felices! Como dice Lucas, tenían «alegría y sencillez de corazón, mientras alababan a Dios y brindaban ayuda a todo el pueblo». ¿Cuál sería la causa de esa alegría generosa?
Es fácil ser generoso cuando recibimos el mejor regalo de la vida. ¿Quién puede ser tacaño cuando su corazón rebosa de alegría y gratitud? Ese fue el caso de esos cristianos, y es nuestro caso también hoy. ¿Por qué? Porque Dios nos ha bendecido tanto, que no sabemos ni qué hacer.
Piénsalo. ¿Qué nos ha dado Dios? Vida, gozo, perdón de los pecados, la promesa de un cielo y una tierra nuevos sin mal ni pecado que nos molesten, su hijo Jesús para que sea nuestro Salvador y el Espíritu Santo para que viva en nosotros y nos guarde para siempre.
Jesús dejó la gloria del cielo para compartir nuestras vidas difíciles en la tierra. Sanó, enseñó, predicó y perdonó con toda paciencia y amabilidad. Nos demostró que todo ser humano es importante para Dios, sin importar cuán pobre u oprimido, joven o viejo. Dio su vida en la cruz por nosotros para que podamos ser perdonados y liberados del poder del mal. Resucitó de entre los muertos para que todo el que en Él confíe tenga la misma vida y gozo eternos. Prometió regresar para llevarnos a estar con Él para siempre para que no tengamos que temer el futuro.
A estos dones de Dios respondemos con alegría, y su amor generoso se desborda de nosotros hacia los demás.
ORACIÓN: Padre, abre mi corazón para compartir tus bendiciones con los demás, y muéstrame cómo quieres que lo haga. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* Habla de alguien que haya sido generoso contigo de alguna manera. ¿Qué le motivó?
* Cuando estás alegre, ¿cómo compartes esa alegría con los demás?
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