… porque Dios es el que produce en ustedes lo mismo el querer como el hacer, por su buena voluntad. Háganlo todo sin murmuraciones ni peleas, para que sean irreprensibles y sencillos, e intachables hijos de Dios en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual ustedes resplandecen como luminares en el mundo, aferrados a la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido ni trabajado en vano. Y aunque mi vida sea derramada en libación sobre el sacrificio y servicio de la fe de ustedes, me gozo y regocijo con todos ustedes. Y asimismo, también ustedes gócense y regocíjense conmigo
(Filipenses 2:13-18).
Este estándar es alto. Pablo nos exhorta a vivir una vida sin murmuraciones ni peleas, como hijos de Dios en medio de una generación maligna. Y es que Dios no solo nos salva, sino que también nos capacita para reflejar su amor y gracia en este mundo caído. Jesús no solo nos perdona, sino que también nos capacita para brillar en la oscuridad.
En un mundo lleno de chismes y conflictos, los hijos de Dios estamos llamados a ser distintos. Y Dios trabaja en nosotros a través de los Sacramentos y su Palabra, regenerando nuestras almas y capacitándonos para hacer su voluntad. Al aferrarnos a la Palabra de vida, alineamos nuestra vida con los propósitos divinos y permitimos que Dios moldee nuestro querer y hacer para dar lo mejor de nosotros.
Dios siempre quiere lo mejor para nosotros y está dispuesto a ayudarnos a lograrlo. Él se agrada cuando vivimos y prosperamos, cuando alcanzamos nuestro potencial y vivimos al máximo de nuestra capacidad. En Juan 10:10b Jesús nos dice: «…yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia«.
Y «vida en abundancia» no quiere decir vida perfecta. Dios no espera eso. Pero sí espera que demos lo mejor, capacitados por él. Espera que cada día respondamos a su llamado y nos acerquemos a él para que nos perdone y nos empodere. Espera que seamos su luz en este mundo de tinieblas, aferrándonos a la Palabra de vida.
Padre, gracias porque tú eres quien produce en nosotros lo mismo el querer como el hacer, por tu buena voluntad. Ayúdanos a hacerlo todo sin murmuraciones ni peleas, para que seamos irreprensibles y sencillos y resplandezcamos como luminares en el mundo, aferrados a la palabra de vida, para que en el día de Cristo no hayamos corrido ni trabajado en vano. Amén.
Para reflexionar:
* ¿De qué manera te aferras a la Palabra de vida en tu día a día para alinearte con los propósitos divinos?
* ¿Cómo puedes responder al llamado de Dios para mejorar constantemente, buscando la vida en abundancia que Él anhela para ti?
Diaconisa Noemí Guerra
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