
Porque la promesa dada a Abrahán y a su descendencia en cuanto a que recibiría el mundo como herencia, no le fue dada por la ley sino por la justicia que se basa en la fe. […] Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en la fe y dio gloria a Dios, plenamente convencido de que Dios era también poderoso para hacer todo lo que había prometido. Por eso su fe se le tomó en cuenta como justicia. Y no solamente con respecto a él se escribió que se le tomó en cuenta, sino también con respecto a nosotros, pues Dios tomará en cuenta nuestra fe, si creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, nuestro Señor, el cual fue entregado por nuestros pecados, y resucitó para nuestra justificación.
(Romanos 4:13, 20-25)
Ser justo significa ser correcto, completo, bueno y saludable, ser de la forma en que Dios nos hizo. Sabemos que sin justicia no podremos estar de pie ante Dios, no tendremos paz con Él, no llegaremos a ser lo que Dios nos creó para ser y nos perderemos el gozo y la vida del reino de Dios.
Pero también sabemos que no podemos «hacer» justicia. ¿Alguna vez has tratado de vivir un día perfectamente, sin un solo pensamiento, palabra o acción malvada? Nadie puede hacerlo. Ni siquiera Abrahán pudo. Esto es lo que significa ser pecador: significa estar roto, tener fallas profundas y básicas. Significa necesitar ayuda porque nadie, ni siquiera Abrahán, puede arreglarse a sí mismo.
Es por eso que necesitamos que alguien nos dé justicia de forma gratuita, porque es imposible ganarla. ¿Quién puede hacer eso? Solo Dios a través de su hijo Jesucristo. Jesús creció y vivió la misma vida que nosotros vivimos. Se enfrentó a los mismos problemas que nosotros: estrés, peleas familiares, falta de dinero y de vivienda. Él caminó en nuestros zapatos y lo hizo todo con un corazón bueno y fiel, tratando a las personas con amor y paciencia. Ni siquiera sus enemigos pudieron señalar una sola cosa mala que hubiera hecho (ver Juan 8:46).
Finalmente, permitió ser traicionado por un amigo, entregado a sus enemigos y condenado a muerte en una cruz. Él tomó nuestra muerte sobre sí mismo y pagó el castigo que nosotros no podíamos pagar. Y luego resucitó de entre los muertos para nunca más morir. Él gobierna toda la creación y ha prometido estar con nosotros para siempre.
Y Jesús nos dice ahora: “Te amo. Toma mi justicia y dame todas tus maldades. Toma mi vida perfecta a cambio de la tuya. Toma mi vida a cambio de tu muerte. Toma mi victoria sobre la muerte y compártela conmigo para siempre en mi reino. Solo confía en mí. Cumpliré mi promesa. Confía en mí, y yo mismo seré tuyo”.
Oremos: Querido Señor, dame tus buenos dones y ayúdame a confiar cada día más en ti. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* ¿Alguna vez alguien te ofreció algo que parecía demasiado bueno para ser verdad? ¿Qué pasó?
* ¿Qué le dices a quien cree que la oferta de Jesús es «demasiado buena para ser verdad»?
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