…iré a visitarlos ahora que vaya a España. Espero verlos cuando pase por allá, y que me ayuden a continuar con mi viaje, luego de haber disfrutado de su compañía. Pero ahora voy a Jerusalén para servir a los santos… Así que, cuando esto haya concluido y yo les haya entregado este fruto, pasaré a visitarlos de camino a España, y sé que, cuando los visite, llegaré con la abundante bendición del evangelio de Cristo. Pero les ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que me ayuden con sus oraciones a Dios por mí… para que, por la voluntad de Dios, llegue a ustedes gozoso y pueda descansar entre ustedes. Que el Dios de paz sea con todos ustedes. Amén (Romanos 15:24,25,28-30,32,33).
Hace unos días fui con mi familia a un museo de historia en el oeste de Texas, y me llamó mucho la atención ver que, en el 1800, las casas eran construidas en un plano casi abierto. Las habitaciones no se comunicaban entre sí, sino que había que ir afuera para pasar del cuarto a la cocina o al comedor, etcétera.
Al avanzar los años, las casas fueron cerrándose cada vez más, al punto que ahora hasta nuestros carros están dentro de nuestras casas y las cercas de afuera son cada vez más altas. De a poco, hemos ido perdiendo el sentido de comunidad. Ya no estamos afuera de nuestras casas porque no necesitamos salir para nada. Y después del COVID, creo que todo empeoró. Todo lo podemos hacer desde casa: comprar, ir al médico, estudiar …
En el texto para hoy se nos recuerda que Dios nos envía, como a Pablo, a llevar adelante su misión, y espera que la cumplamos. Pero Él no nos envía a hacerlo solos, encerrados en nosotros mismos, sino que quiere que disfrutemos de la compañía de nuestros hermanos y que les pidamos ayuda cuando la necesitamos. Pablo mismo lo reconoce y no teme pedir apoyo a la comunidad, tanto en oración como en compañía. Es que necesitamos la fuerza y la ayuda de nuestros hermanos en la fe. Porque la comunión con la familia de la fe es esencial para fortalecernos en el camino.
Abramos hoy las casas de nuestra vida a quienes nos rodean, y cumplamos nuestra misión de vida con gozo, descanso y esa paz que solo Dios puede dar.
Padre, confesamos que no siempre somos intencionales en vivir en comunidad. Perdónanos, y ayúdanos a llegar con la abundante bendición de tu evangelio a cumplir la misión para la cual nos has enviado y a nunca tratar de hacerlo solos. En Jesús. Amén.
Para reflexionar:
* ¿En qué aspectos de tu vida diaria puedes buscar la compañía y apoyo de tu comunidad de fe, siguiendo el ejemplo de Pablo?
* ¿Cómo puedes mantener abiertas las «puertas» de tu vida y ser más accesible para quienes te rodean, fomentando una verdadera comunión y generosidad?
Diaconisa Noemí Guerra
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