
[No] presenten sus miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino preséntense ustedes mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y presenten sus miembros a Dios como instrumentos de justicia. El pecado ya no tendrá poder sobre ustedes, pues ya no están bajo la ley sino bajo la gracia…
¿Acaso no saben ustedes que si se someten a alguien para obedecerlo como esclavos, se hacen esclavos de aquel a quien obedecen, ya sea del pecado que lleva a la muerte, o de la obediencia que lleva a la justicia? Pero gracias a Dios que, aunque ustedes eran esclavos del pecado, han obedecido de corazón al modelo de enseñanza que han recibido, y una vez liberados del pecado llegaron a ser siervos de la justicia […] ahora, para practicar la santidad, presenten sus miembros para servir a la justicia Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor…
(Romanos 6:13-14, 16-18, 19b y 23)
Para describir nuestra situación en lo que respecta a cómo vivimos, Pablo utiliza la imagen de los esclavos, diciendo que podemos presentarnos como esclavos del pecado o como esclavos de Dios. Y aquel a quien terminemos sirviendo determinará el rumbo de nuestras vidas.
Tengamos en cuenta que solo hay dos opciones. Nadie puede decir: «Decido ser libre y solo me serviré a mí mismo». Dada la forma en que funciona la naturaleza humana, esa no es una opción. Pablo nos dice que seremos esclavos sí o sí; no hay forma de evitarlo. Así que pensemos cuidadosamente en la esclavitud que queremos. ¿Qué resultados deseamos: muerte o vida? Nuestro amo hace la diferencia.
Aquí debo aclarar que Pablo no dice exactamente que elijamos a nuestro amo, sino más bien que nos presentemos para servir a la justicia, o sea, a Dios. ¿Por qué eligió esas palabras? Porque como seres humanos no podemos realmente decir que «elegimos» a Dios, sino que es Dios quien hace la elección. Por la gracia del Espíritu Santo, podemos presentarnos a Dios para ser sus esclavos, pero lo que importa es la decisión de Dios de hacernos suyos.
Esa decisión la tomó cuando vino al mundo en la persona de Jesucristo «quien, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo y tomó forma de siervo, y se hizo semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos y en la tierra y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios el Padre» (Filipenses 2:6-11).
Oremos: Señor, es a ti a quien deseo servir. Ayúdame a serte fiel. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* ¿Qué aprendes para tu vida de esta analogía de Pablo sobre la esclavitud?
* Agustín dijo que Jesús era «Aquél cuyo servicio es libertad perfecta». ¿Qué quiso decir?
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