El Señor ha dicho: «Practiquen la justicia y ejecuten el derecho. Ya se acerca mi salvación; mi justicia pronto va a manifestarse. […] A los hijos de los extranjeros que me sigan y me sirvan, y que amen mi nombre y sean mis siervos; y a todos los que observen el día de reposo y no lo profanen, y se aferren a mi pacto, yo los llevaré a mi santo monte, para que se alegren en mi casa de oración. Sus holocaustos y sus sacrificios serán bien recibidos sobre mi altar, porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos. Todavía habré de reunir con ustedes a otros que estoy por reunir.
(Isaías 56:1, 6-8).
¿Alguna vez te has sentido como un extranjero? ¿Como que, sin importar cuánto te esfuerces, nunca logras ser aceptado o ser parte de la familia?
En todos los tiempos ha habido personas que tratan de hacer de la iglesia de Dios una especie de club exclusivo. La remodelación del templo que hizo el rey Herodes incluyó patios para mujeres y gentiles, aunque estos no formaban parte del plan de construcción de Dios. Para Herodes, esas personas no debían acercarse a las áreas santas. Pero en el texto para hoy, Dios nos dice que para Él no hay extraños. Por más que a los ojos del mundo seas una persona de poco valor, a través del Espíritu Santo Dios te busca, te llama y te da la bienvenida. Jesús mismo dio su vida para hacerte hijo de Dios.
Pero ¿qué pasa con tus pecados, tus defectos, tus problemas, las cosas por las que la gente te rechaza? ¿Será que Dios también te va a rechazar? ¡No! Jesús murió y resucitó por ti. Él ha quitado tus pecados y perdonado y limpiado todo lo que era necesario en ti. Jesús te valora y tiene la intención de que seas suyo, sin importar lo que otros te digan en su Nombre.
Como dice Dios en nuestro pasaje de hoy, «reuniré con ustedes a otros que estoy por reunir». ¿Con quién los está reuniendo? Con su Hijo Jesús. Como Dios Padre le dice a Jesús en Isaías: «Muy poca cosa es para mí que tú seas mi siervo, y que levantes las tribus de Jacob y restaures al remanente de Israel. Te he puesto también como luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta los confines de la tierra» (Isaías 49:6).
Jesús te está llamando a Sí mismo, y promete: «Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí, y al que a mí viene, no lo echo fuera» (Juan 6:37). Eso te incluye a ti, aquí y ahora.
Querido Señor, ayúdame a confiar en que realmente me quieres, y a mostrar ese mismo amor a otras personas. Por Jesús. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* ¿Dónde o cuándo te has sentido más bienvenido y deseado?
* ¿Qué ha hecho Dios a lo largo de tu vida para llevarte a Él?
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