Adán conoció a Eva, su mujer, y ella concibió y dio a luz a Caín, y dijo: «Por la voluntad del Señor he adquirido un varón». Después dio a luz a Abel, hermano de Caín […] Dijo entonces Caín a su hermano Abel: «Vayamos al campo». Y sucedió que, mientras estaban ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató. Y el Señor le dijo a Caín: «¿Dónde está tu hermano Abel?». Y él respondió: «No lo sé. ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?». […] Ahora, pues, ¡maldito serás por parte de la tierra, que abrió su boca para recibir de tus manos la sangre de tu hermano! Cuando labres la tierra, no te volverá a dar su fuerza. Y andarás por la tierra errante y extranjero».
Génesis 4: 1-2a, 8-9, 11-12
Génesis 4 no es un capítulo divertido. Eva da a luz a dos hijos, y se puede escuchar la esperanza en su voz cuando dice: «Por la voluntad del Señor he adquirido un varón». Ella ve a Caín como una bendición, tal vez incluso como el cumplimiento de la promesa de Dios de salvar a la raza humana del dolor y los problemas en los que se habían metido. Pero no resultó así. Caín mató a su hermano Abel en un ataque de celos y tiene que irse de casa para siempre. Y sus padres se quedan llorando.
Por supuesto, este es el resultado natural de los primeros seres humanos que desobedecieron a Dios allá en el jardín del Edén. No puedes rebelarte contra Dios y esperar que tu vida transcurra sin problemas. Ese primer pecado de desobediencia creció y se multiplicó y contaminó cada área de la vida: el trabajo, la familia y los niños, incluso la adoración.
Así que no es un capítulo feliz. Y, sin embargo, podemos ver una brillante y buena noticia. Dios todavía está allí con ellos, proveyendo para sus necesidades, tratando de que vuelvan a encarrilarse. No los ha olvidado. Él no les ha dado la espalda. Si el mal está allí, Dios también está allí con ellos, y Él los salvará.
El camino que tenían por delante Adán y Eva era mucho más largo de lo que imaginaban. Pasarían siglos antes de que naciera el Salvador prometido, y ese tiempo estaría lleno de problemas y aflicción.
Pero Dios se estaba preparando para enviar a Jesús, su propio Hijo, nacido como un bebé humano en la familia de Adán y Eva, «el hombre más sufrido, el más experimentado en el sufrimiento» (Isaías 53:3b). Dios no nos dejó solos, Él mismo vino en medio de nuestro sufrimiento y tristeza. Él vino a salvarnos al dar su propia vida por nosotros en la cruz, sí, y al resucitar de entre los muertos tres días después, para nunca más morir.
En ese primer día de Pascua, Jesús rompió el poder de la muerte sobre la raza humana. Destruyó la antigua maldición y nos liberó del poder del pecado y el mal. Ahora, todo el que confía en Él se convierte en miembro de la familia de Dios, el pueblo de Dios. Nuestro exilio del jardín de Edén ha terminado. A través de su sufrimiento, muerte y resurrección, Jesús nos trae de regreso a Dios para siempre en el paraíso.
ORACIÓN: Amado Señor, permíteme encontrar esperanza en ti en medio de mi vida atribulada. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* ¿De qué formas has visto que Dios te cuida durante tiempos difíciles?
* ¿Cómo te da Jesús ayuda en este momento y esperanza para el futuro?
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