Señor, tú me has examinado y me conoces; tú sabes cuándo me siento o me levanto; ¡desde lejos sabes todo lo que pienso! Me vigilas cuando camino y cuando descanso; ¡estás enterado de todo lo que hago!
Salmo 139: 1-3
Las opiniones sobre el uso de cámaras de vigilancia son divergentes. ¿Está bien permitir que cualquiera conozca nuestra ubicación en un momento dado? Lo mismo sucede con el uso de las redes sociales. ¿Es aceptable compartir información personal para que todos la vean? Luego, por supuesto, está el problema de los piratas informáticos que intentan robar información personal.
¿Cuánto queremos que los demás sepan sobre nosotros? Después de todo, tenemos secretos que no queremos que el mundo conozca. Hasta tratamos de esconder nuestra culpa de Dios, así como Adán y Eva. Pero no podemos escondernos de nuestro Creador más de lo que pudieron nuestros primeros padres. Con el salmista debemos admitir: «Tú, mi Dios, sabes que soy un insensato; mis pecados no son para ti un secreto» (Salmo 69: 5). Ni siquiera somos plenamente conscientes de todos nuestros pecados. Sólo podemos confesar los que conocemos y pedirle a Dios que perdone también los que desconocemos: «¿Acaso hay quien reconozca sus propios errores? ¡Perdóname por los que no puedo recordar!» (Salmo 19:12).
Dios nos ha declarado inocentes de toda falta, incluso de aquellas que están ocultas y desconocidas para nosotros, porque Jesús asumió todos nuestros pecados de pensamiento, palabra y acción. Jesús llevó esta carga de pecado, culpa y vergüenza en Su propio cuerpo hasta la cruz donde sufrió la pena de muerte que merecíamos. Resucitó triunfante sobre la muerte y Su sangre derramada en la cruz «nos limpia de todo pecado» (1 Juan 1: 7b).
El salmista se regocija en el Señor que sabe todo acerca de él, que ve cada uno de sus pensamientos y pecados secretos y, sin embargo, lo ama. Conocemos ese mismo amor porque «siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (Romanos 5: 8b). Nuestro amoroso Señor nos conoce a cada uno de nosotros tan bien como conoció a su salmista inspirado. Nuestro Creador y Salvador sabe cuándo nos sentamos a comer, a trabajar, a relajarnos en casa. Él sabe cuándo nos vamos a dormir: en las noches de sueño reparador y en las noches en las que el sueño no llega tan fácilmente. Él nos cuida durante la noche y está con nosotros cuando nos levantamos por la mañana. Él sabe lo que haremos cada día antes de que hayamos decidido qué hacer.
El Señor que nos conoce tan bien es el mismo Señor que dio su vida para salvarnos y que vela por su pueblo: «Porque los ojos del Señor corren de un lado a otro por toda la tierra, para dar apoyo fuerte a aquellos cuyo corazón es perfecto para con él» (2 Crónicas 16: 9). Ese es el tipo de vigilancia que queremos tener.
ORACIÓN: Jesús, me conoces tan bien. Estoy seguro y a salvo en tu cuidado. Amén.
Dra. Carol Geisler
Para reflexionar:
* ¿Qué tan familiarizado crees que Dios está con tu vida, especialmente con las cosas más profundas?
* ¿Hay cosas en tu vida que crees que a Dios probablemente le costaría perdonar?
© Copyright 2021 Cristo Para Todas Las Naciones
Suscríbete y recibe el devocional diariamente en tu e-mail: