Todavía estaban ellos hablando de estas cosas, cuando Jesús se puso en medio de ellos y les dijo: «¡La paz sea con ustedes!». Ellos se espantaron y se atemorizaron, pues creían estar viendo un espíritu; pero Jesús les dijo: «¿Por qué se asustan? ¿Por qué dan cabida a esos pensamientos en su corazón? ¡Miren mis manos y mis pies! ¡Soy yo! Tóquenme y véanme: un espíritu no tiene carne ni huesos, como pueden ver que los tengo yo». Y al decir esto, les mostró las manos y los pies. Y como ellos, por el gozo y la sorpresa que tenían, no le creían, Jesús les dijo: «¿Tienen aquí algo de comer?». Entonces ellos le dieron parte de un pescado asado, y él lo tomó y se lo comió delante de ellos. Luego les dijo: «Lo que ha pasado conmigo es lo mismo que les anuncié cuando aún estaba con ustedes: que era necesario que se cumpliera todo lo que está escrito acerca de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos».
Lucas 24:36-44
Me encanta la sencillez con que Jesús trata a los discípulos en esta historia. Sabe que están en estado de shock. Sabe que no pueden creer lo que ven. Y por eso no los obliga a moverse más rápido de lo que pueden hacerlo: les muestra sus cicatrices, les permite comprobar que Él es realmente de carne y hueso y hasta come delante de ellos. Les da tiempo para asimilarlo todo.
Jesús encuentra a sus discípulos allí donde ellos están, no donde le gustaría que estuvieran. Habría sido tan fácil para Él decir: “Les dije que todo esto iba a suceder. También está en la Biblia. ¿Por qué tardan tanto en comprenderlo?”. Pero no, Jesús es paciente con ellos, porque los ama. Y entonces les da todas las pruebas que necesitan antes de pasar al siguiente punto en la agenda: la venida del Espíritu Santo y su misión al mundo.
Jesús también es así de paciente con nosotros: no nos grita, incluso cuando tiene todas las razones para hacerlo, pues sabe lo que somos. Como dijo David: «El Señor se compadece de los que le honran con la misma compasión del padre por sus hijos, pues él sabe de qué estamos hechos; ¡él bien sabe que estamos hechos de polvo!» (Salmo 103: 13-14). Y también sabe lo que seremos: «Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser. Pero sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él porque lo veremos tal como él es» (1 Juan 3: 2).
Jesús es amable y tierno con nosotros, tal como lo fue con sus discípulos desorientados. Y esto no es una sorpresa, porque Él es Aquel que eligió sufrir, morir en una cruz y resucitar, todo para hacernos suyos. Si te amó tanto entonces, tanto te ama también hoy.
ORACIÓN: Señor, ayúdame a responder a Tu amor con confianza y coraje. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* ¿Te preocupa que Dios se pueda sentir decepcionado de ti?
* ¿Qué cosas específicas te ayudan a recordar cuánto te ama Dios?
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Tan solo que nos permita estar vivos .El ir de el es infinito
Así es, Irma. Gracias por comentar, y bendiciones.