Sabemos que la ley es espiritual. Pero yo soy un simple ser carnal, que ha sido vendido como esclavo al pecado… Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero… Entonces, aunque quiero hacer el bien, descubro esta ley: que el mal está en mí… ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Doy gracias a Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo
(Romanos 7:14, 19, 21, 24, 25a).
Las enfermedades autoinmunes atacan el sistema inmunológico del cuerpo, que normalmente se encarga de protegernos contra bacterias, virus y otras sustancias dañinas, atacando nuestras células y tejidos sanos. Es como si el sistema inmunológico se vuelve loco y ataca al propio cuerpo como si fuera un invasor.
Sabemos que la fe cristiana es la confesión de que Jesús es el único Redentor y Salvador del mundo. ¿Pero, por qué necesitamos un Redentor y Salvador? ¿De qué necesitamos ser redimidos y salvados? ¡Del pecado! Es que el pecado es como una enfermedad autoinmune. El pecado es la condición caída de la humanidad que nos aleja de Dios y nos priva de la capacidad de buscarlo. Esta condición pecaminosa se manifiesta en nuestros pensamientos, deseos, palabras y acciones que van en contra de la voluntad de Dios.
El diablo introdujo el pecado cuando tentó a Adán y Eva, quienes cayeron en su tentación. Con su pecado, conocido como «pecado original», toda la humanidad también cayó en pecado. Esto quiere decir que cada persona nace ahora: espiritualmente ciega y muerta, sin la capacidad de temer o amar a Dios; enemigo de Dios; mereciendo la sentencia de Dios de muerte temporal y eterna; esclavizado al pecado de por vida.
Entonces, ¿quién nos librará de este cuerpo de muerte, de esta condición de pecado en la que pareciera que el sistema inmunológico espiritual del cuerpo, que normalmente se debería encargar de protegernos contra acciones y pensamientos dañinos, comienza a atacarnos? La única respuesta es Jesús, quien nos redime y nos salva. Y por ello, junto con Pablo decimos: «Doy gracias a Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo«.
Los que creemos en Jesús como nuestro Señor y Salvador somos ahora santos, y enfrentamos la lucha contra el pecado con la valentía que recibimos en nuestro bautismo.
Padre nuestro, gracias por enviar a Jesús para redimirnos y salvarnos. Confesamos que Jesús es nuestro Señor y Salvador. Amén.
Para reflexionar:
* ¿Cómo experimentas la liberación a través de Jesucristo en tu lucha diaria contra el mal?
* ¿De qué manera le das gracias a Dios por la liberación que te ha dado en Jesucristo?
Diaconisa Noemí Guerra
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