Judas Iscariote, que era uno de los doce, fue a hablar con los principales sacerdotes para entregarles a Jesús. Cuando ellos lo oyeron, se alegraron y prometieron darle dinero. Y Judas comenzó a buscar el mejor momento de entregarlo
(Marcos 14:10-11).
En el siglo dieciocho vivió en Europa un personaje que se conoció como «El incorruptible». La historia nos describe a Maximiliano Robespierre como el máximo líder de la revolución francesa del año 1789. En esa época se abolió la monarquía en Francia y comenzó lo que se conoció como el «Reino del Terror», liderado por Robespierre, durante el cual diecisiete mil personas perdieron la cabeza en la guillotina. Años más tarde, el propio Robespierre fue decapitado por quienes entendían la revolución de otra manera. Nosotros hoy diríamos: Robespierre fue cocinado en su propia salsa.
Judas Iscariote comenzó a preparar la salsa en la que él moriría, el día en que fue a hablar con los principales sacerdotes para entregarles a Jesús. Judas había esperado una revolución drástica bajo el mando de Jesús, con sangre y liberación. Entonces, frustrado con los resultados obtenidos hasta ese momento, decidió terminar con Jesús. Días más tarde, la conciencia de Judas fue su propia guillotina.
Cuando los seres humanos intentamos por nuestros propios medios conseguir nuestra liberación, solo corre la sangre. Somos incapaces de liberarnos del pecado que nos esclaviza y condena. Vivimos en un Reino de Terror, asustados por lo que nos pueda pasar.
Judas hizo todo a espaldas de Jesús, pero no escapó a los ojos de Dios. Más aún, la traición de Judas fue usada por Dios para llevar a Jesús a la cruz. Allí, en la cruz, se escuchó el grito silencioso de ¡Sangre y Liberación! Solo por la fe vemos que la sangre derramada del inocente Jesús fue para nuestra liberación. «La sangre de Jesús… nos limpia de todo pecado» (1 Juan 1:7).
Gracias, Padre, porque nada detuvo tu obra de salvación en Cristo. Amén.
Para reflexionar:
* ¿Qué cosas te frustran?
* ¿De qué cosas te ha liberado la sangre de Jesús?
Rev. Héctor Hoppe
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