
… bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Mateo 28:19b
Siempre he creído que un abrazo dice más que mil palabras. Me encanta abrazar a mis hijos, a mi esposo y a las personas que amo. Es mi forma de decirles: eres amado, eres importante para mí. Tal vez por eso, cada vez que hago la señal de la cruz, lo siento como un abrazo de Dios mismo. Es un recordatorio de que Cristo me ha marcado con su Cruz y ahora le pertenezco para siempre.
Y es que la señal de la cruz está profundamente conectada con nuestro Bautismo y la obra de Cristo. Aunque no es un mandato bíblico, es una práctica devocional histórica que los cristianos han conservado por muchísimos años como un recordatorio tangible de nuestra identidad en Jesús. Se remonta a los primeros siglos de la Iglesia. Tertuliano en el siglo III escribió que los cristianos solían trazar la cruz en la frente como un recordatorio de su fe.
Pero, cuidado, no es un amuleto ni una superstición. Es una confesión visible de nuestra fe. Nos recuerda que, sin importar nuestros sentimientos o fallas, Cristo nos abrazó en el Bautismo para siempre, nos marcó con su Cruz y nos asegura que seguimos siendo suyos.
En la lectura de hoy, antes de regresar al cielo, Jesús nos dejó nuestra misión. No es solo una orden, es una promesa de lo que Dios hace en el Bautismo. Él pone su nombre sobre nosotros, nos adopta como hijos, nos une a Jesús y nos llena con su Espíritu Santo. Nos abraza y nos dice: eres amado, eres importante para mí.
Así que cuando hagas la señal de la cruz, recibe el abrazo de Jesús, quien te ha marcado con su Cruz y ahora le perteneces para siempre.
Padre nuestro, gracias porque en el Bautismo nos has abrazado con tu amor, marcándonos con la Cruz de Cristo y asegurándonos que te pertenecemos para siempre. Amén.
Para reflexionar:
* ¿Cómo te ha sostenido la promesa de Dios en los días en que te has sentido lejos de Él?
* ¿Qué significa para ti hacer la señal de la cruz y cómo te recuerda el abrazo de Cristo?
Diaconisa Noemí Guerra
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