Jesús les dijo: «Vayan a ver cuántos panes tienen ustedes.» Cuando lo averiguaron, le dijeron: «Tenemos cinco panes y dos pescados»… Jesús tomó entonces los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo los bendijo. Luego partió los panes y se los dio a sus discípulos para que los repartieran entre la gente, y también repartió entre todos los dos pescados. Todos comieron y quedaron satisfechos, y con lo que sobró del pan y los pescados llenaron doce cestas. Los que comieron fueron como cinco mil hombres
(Marcos 6:38, 41-44).
El Señor Jesús pastorea a su iglesia en la tierra por medio del ministerio del Evangelio. Jesús es el Buen Pastor, el Hijo de David que gobierna con sabiduría y compasión. En él encontramos nuestra justicia y seguridad, pues él nos conoce y nos cuida como ningún otro.
Jesús no solo nos enseña con palabras sabias, sino que también nos alimenta abundantemente. Al igual que cuando tomó el pan, lo bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos para que lo compartieran con el pueblo, así nos alimenta con su Palabra y su Cuerpo en la Santa Cena, donde experimentamos la plenitud de su gracia y nos unimos a él y a su cuerpo, la iglesia.
Tú y yo éramos ovejas dispersas y perdidas, pero ahora estamos reunidos y alimentados por el Buen Pastor. Por su sacrificio en la cruz, nos ha acercado a Dios y nos ha hecho ciudadanos del Reino celestial. Sin embargo, a veces fallamos en seguir los pasos de nuestro Pastor. Nuestro pecado nos aparta de él y nos hace sentir solos. Pero Jesús nos perdona y nos capacita una y otra vez. En nuestro bautismo somos lavados y renovados, y en la Santa Cena recibimos fortaleza para seguir sus enseñanzas y ejemplo.
Hoy, más que nunca, debemos recordar el llamado de nuestro Buen Pastor a seguir sus pasos, a cuidar y alimentar a aquellos que están perdidos y necesitados, a proclamar su Evangelio en un mundo herido y dividido.
Buen Pastor, gracias por el amor que nos has mostrado. Renovados por tu gracia, fortalécenos para seguir tu ejemplo, compartiendo tu provisión y amor con este mundo necesitado. Que nuestra vida sea un reflejo de tu bondad y misericordia. Amén.
Para reflexionar:
* ¿Cómo confías en la capacidad de Jesús para suplir tus necesidades, incluso cuando enfrentas escasez o limitaciones?
* ¿De qué manera puedes seguir el ejemplo de Jesús y compartir generosamente lo que has recibido con aquellos que te rodean, siguiendo su llamado a cuidar y alimentar a los necesitados?
Diaconisa Noemí Guerra
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