Porque Dios, que mandó que de las tinieblas surgiera la luz, es quien brilló en nuestros corazones para que se revelara el conocimiento de la gloria de Dios en el rostro de Jesucristo.
2 Corintios 4:6
Lo primero que hago al entrar en un lugar es prender la luz o abrir las ventanas para que haya iluminación. La iluminación es la cantidad y calidad de la luz que hay en un entorno, lo que afecta directamente nuestra capacidad para ver con claridad y nuestra seguridad, incluyendo nuestro estado de ánimo y productividad.
Con el Tercer Artículo del Credo estamos confesando: «creo que ni por mi propia razón, ni por mis propias fuerzas soy capaz de creer en Jesucristo, mi Señor, o venir a él; sino que el Espíritu Santo me ha llamado mediante el evangelio, me ha iluminado con sus dones, y me ha santificado y conservado en la verdadera fe».
Tenemos claro que no podemos creer por nosotros mismos, sino que, mediante el evangelio, el Espíritu nos invita y nos capacita para que creamos, prometiéndonos una vida nueva fundamentada en la muerte y resurrección de Cristo. Pero ¿qué significa que sus dones nos iluminan? Significa que Cristo se nos revela por medio de los dones de la Palabra, el Bautismo y la Santa Cena, que da el Espíritu. A éstos se le llama «los Medios de Gracia». Son la forma que Dios ha elegido para entregarnos sus regalos e iluminarnos con su verdad.
El evangelio ilumina nuestros corazones oscurecidos por el pecado, permitiendo que veamos la justicia, el amor y la gracia de Dios en Jesucristo. Así que, nuestra vida cristiana debe ser caracterizada por la misericordia y la cercanía con aquellos a quienes servimos, reflejando la misma compasión que Dios tiene hacia nosotros.
Así como encendemos la luz al entrar en una habitación oscura para ver con claridad, Dios brilla en nuestros corazones y nos capacita a través de sus medios de gracia para que podamos reconocer nuestra dependencia del Espíritu Santo y vivir una vida de misericordia y amor hacia los demás, reflejando el amor y la compasión que Dios nos tiene.
Padre nuestro, gracias por haber iluminado nuestros corazones con el conocimiento de tu gloria a través de Jesucristo. Enséñanos a reflejar tu amor y compasión a los demás. Amén.
Para reflexionar:
* ¿Cómo te sientes al saber que Jesucristo, a través de sus dones, ilumina tu corazón y te revela la verdad espiritual?
* En respuesta al amor y la compasión que Dios te ha mostrado en Jesucristo, ¿cómo puedes reflejar en tu vida diaria ese amor y misericordia?
Diaconisa Noemí Guerra
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