Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son una locura; y tampoco las puede entender, porque tienen que discernirse espiritualmente
(1 Corintios 2:14).
No me gusta la sensación que me queda cuando salgo de mi visita al oculista cada año. Es por esa molesta dilatación de las pupilas. Sí, sé que es necesario para que el doctor pueda revisar mis ojos adecuadamente, pero durante un tiempo después, todo me parece borroso. Puedo ver, sí, pero no puedo distinguir con claridad lo que veo. Es como si estuviera mirando a través de un velo, incapaz de ver las cosas como realmente son.
Eso me hace pensar en la lectura de hoy. Es como si el hombre natural estuviera caminando por la vida con sus pupilas dilatadas espiritualmente, incapaz de ver con claridad las verdades espirituales. ¡Pero muchísimo peor! Sin la ayuda del Espíritu Santo, estamos completamente ciegos y muertos espiritualmente.
Por eso, cuando hablamos de nuestra fe, no decimos que «aceptamos a Jesús», ni usamos expresiones como «tomar la decisión», porque, literalmente, no podemos tomar la decisión de aceptar a Jesús. Jesús dice: «sígueme», entonces su Palabra, por medio del Espíritu Santo, es la que tiene todo el poder para convertirnos de nuestro pecado y hacer que confiemos en él y que lo sigamos. Es su Palabra por medio de su Espíritu y no ninguna decisión nuestra.
Y cuando nos encontramos espiritualmente ciegos, cuando no podemos discernir las cosas espirituales, Jesús no nos abandona. Él nos perdona, nos sigue capacitando y nos guía en nuestro camino de fe. Nos da el don del bautismo y la Santa Cena, donde su Espíritu trabaja en nosotros para fortalecer nuestra fe y darnos la capacidad de discernir las cosas de Dios.
Entonces, así como cuando salimos de una visita al oculista con las pupilas dilatadas vemos borroso, de la misma manera, pero muchísimo peor, estamos espiritualmente ciegos y muertos sin la ayuda del Espíritu Santo. Pero él nos lleva a Cristo al traernos el mensaje del evangelio y darnos la fe para creer en Él.
Padre nuestro, te pedimos que nos ilumines con tu Espíritu Santo para que podamos discernir tus verdades espirituales. Reconocemos nuestra dependencia de ti ya que, sin tu guía, estamos ciegos ante las maravillas de Cristo. Amén.
Para reflexionar:
* ¿Cómo puedes reflejar en tu vida diaria que sin la ayuda del Espíritu Santo estás espiritualmente ciego y muerto, incapaz de confiar en Cristo por ti mismo?
* ¿Cómo puedes responder activamente al don del Espíritu Santo obrando en ti?
Diaconisa Noemí Guerra
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