Cuando llegó el día de Pentecostés, todos ellos estaban juntos y en el mismo lugar. De repente, un estruendo como de un fuerte viento vino del cielo, y sopló y llenó toda la casa donde se encontraban. Entonces aparecieron unas lenguas como de fuego, que se repartieron y fueron a posarse sobre cada uno de ellos. Todos ellos fueron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu los llevaba a expresarse… Entonces Pedro se puso de pie, junto con los otros once, y con potente voz dijo: «Varones judíos, y ustedes, habitantes todos de Jerusalén, sepan esto, y entiendan bien mis palabras. Contra lo que ustedes suponen, estos hombres no están borrachos, pues apenas son las nueve de la mañana. Más bien, esto es lo que dijo el profeta Joel: «Dios ha dicho: En los últimos días derramaré de mi Espíritu sobre toda la humanidad»»
(Hechos 2:1-4, 14-17a).
Este domingo celebramos Pentecostés donde vemos cómo, después de la muerte y ascensión de Jesús, los discípulos siguen congregándose, manteniendo su compañerismo y adoración. Y es en medio de ellos que el Espíritu Santo de Dios se manifiesta, apareciendo como lenguas de fuego, y los llena de sí mismo.
Es importante destacar que esa llenura del Espíritu no es una posesión, sino un don celestial para aquellos que se arrepienten a través de la fe. Así, el Espíritu Santo desciende como un don, proclamando el mensaje de Cristo en diversos idiomas, mostrando que la obra de Dios trasciende fronteras étnicas.
Al citar la profecía de Joel, Pedro nos dice que el clímax de la historia ha llegado con Cristo y la iglesia. Y es que Dios no solo nos da cosas, sino que se da a sí mismo para salvarnos, derramando su Espíritu sobre toda clase de personas.
En este Pentecostés recordemos el regalo asombroso del Espíritu Santo que nos confronta con la verdad, y nos perdona y justifica por medio del Evangelio. Dios sigue soplando vida sobre los muertos espirituales, formando una nueva casa de David: ¡la iglesia! Celebremos juntos este asombroso plan redentor de nuestro Señor. ¡Que el Espíritu Santo siga obrando en nosotros y en el mundo entero!
Amado Dios, te agradecemos por el regalo inmerecido de tu Espíritu Santo, y te pedimos que continúe obrando en nosotros y en el mundo entero. Amén.
Para reflexionar:
* ¿Cómo es diferente tu día a día al saber que el Espíritu Santo, que da vida a los muertos espirituales por la justicia de Cristo, también está presente en tu vida hoy?
* ¿De qué maneras puedes compartir esto con las personas que te rodean?
Diaconisa Noemí Guerra
© Copyright 2024 Cristo Para Todas Las Naciones
Suscríbete y recibe el devocional diariamente en tu e-mail: