El que perdona el pecado, busca afecto; el que lo divulga, aleja al amigo (Proverbios 17:9).
Cada cabeza es un mundo. Así que la vida está llena de relaciones complicadas y de conflictos que pueden dejarnos heridos. Pero en esos momentos, si miramos con atención, descubrimos que en las imperfecciones puede haber un tesoro escondido.
Dios nos habla en la lectura de hoy sobre la importancia del perdón y la discreción en nuestras relaciones. Y es que, en lugar de avivar la llama del conflicto, el perdón nos permite cultivar el amor y fortalecer los lazos con aquellos que nos rodean. Y lo más hermoso es que este perdón no es algo que tengamos que generar por nuestra cuenta. Viene de Dios, quien nos capacita para amar incluso cuando parece imposible. Jesús, a través de su vida, muerte y resurrección, nos ha mostrado el camino del perdón y nos ha capacitado para seguirlo.
Cuando somos bautizados, nos sumergimos en las aguas de la gracia de Dios. En ese momento recibimos el perdón de nuestros pecados y somos capacitados para perdonar a otros. Y cuando participamos en la Santa Cena, recibimos el sacrificio de amor de Jesús, quien nos fortalece para seguir su ejemplo en nuestras vidas diarias.
Podemos comenzar mirando a nuestro alrededor y reconociendo las imperfecciones en nuestras relaciones. En lugar de permitir que el resentimiento se acumule, podemos elegir perdonar y buscar la reconciliación. Podemos convertir nuestras imperfecciones en oportunidades para crecer en amor y gracia. Y cuando fallamos en vivir según este amor y perdón, cuando nuestras imperfecciones nos impiden hacer lo correcto, Jesús sigue allí, ofreciéndonos su perdón una y otra vez. Porque no se trata de tener relaciones perfectas, sino de tener relaciones arraigadas en el perdón y el amor de Dios.
Así que te invito a que abraces este tesoro de perdón y amor que se encuentra en medio de tus imperfecciones. Que el amor de Dios nos impulse a actuar con valentía y compasión en nuestras interacciones diarias. Que busquemos la reconciliación, que practiquemos el perdón y que vivamos con gratitud por la gracia abundante que hemos recibido.
Padre nuestro, gracias por el tesoro del perdón y el amor que encontramos en Cristo. Fortalécenos para perdonar como hemos sido perdonados y para amar como él nos amó, incluso en medio de nuestras imperfecciones. Amén.
Para reflexionar:
* ¿Cómo puedes aplicar el principio del perdón y la discreción en tus relaciones cotidianas, especialmente cuando te sientes herido o decepcionado por alguien?
* ¿Cómo puedes aprovechar los sacramentos para fortalecer tu capacidad de perdonar y amar a aquellos que te rodean, incluso en medio de tus propias imperfecciones?
Diaconisa Noemí Guerra
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