Ese mensaje dice que Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder, y que él anduvo haciendo el bien y sanando a todos los que estaban oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que Jesús hizo en Judea y en Jerusalén. Pero lo mataron, colgándolo de un madero. Sin embargo, Dios lo resucitó al tercer día, y permitió que muchos lo vieran. Pero no lo vio todo el pueblo, sino sólo aquellos testigos que Dios había elegido de antemano, es decir, nosotros, los que comimos y bebimos con él después de que él resucitó de entre los muertos. Él mismo nos mandó a predicar al pueblo, y a dar testimonio de que Dios lo ha nombrado Juez de los vivos y de los muertos. Acerca de él dicen los profetas que todos los que crean en su nombre recibirán el perdón de sus pecados.» Mientras Pedro les hablaba así, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que lo escuchaban… Y mandó bautizarlos en el nombre del Señor Jesús. Entonces le rogaron que se quedara con ellos algunos días más
(Hechos 10:38-44, 48).
¡Qué hermosa la vida de los apóstoles, teniendo presente a Cristo y su Espíritu en sus vidas!
Este domingo celebramos el sexto domingo de Pascua, recordando que el Señor Jesús está verdaderamente presente es su Iglesia hoy en el ministerio apostólico del Evangelio, a través de la Palabra y Sacramentos. Celebramos que el Espíritu Santo es otorgado a quienes escuchan esa predicación apostólica, los que son bautizados en el nombre de Jesucristo, para que todo el que cree en él reciba el perdón de los pecados por su nombre.
¡Qué hermosa es nuestra vida, teniendo verdaderamente presente a Cristo y su Espíritu!
Recordemos con alegría que el Espíritu Santo nos une a todos en el cuerpo de Cristo, superando barreras y mostrando el deseo de Dios de derramar su Espíritu sobre toda carne. Recordemos que Dios está verdaderamente presente en nuestras vidas por su Palabra y Sacramentos. Y que esta palabra nos impulse a vivir en la verdad del Evangelio y a compartir la esperanza y el perdón que se encuentran en Jesucristo.
Dios, te agradecemos por la gracia inmerecida que has derramado sobre nosotros a través de tu Hijo, Jesucristo. Te pedimos que el Espíritu Santo continúe uniendo nuestros corazones en el cuerpo de Cristo, para que podamos vivir en la verdad del Evangelio, compartiendo la esperanza y el perdón que encontramos en Jesucristo con aquellos que nos rodean. Amén.
Para reflexionar:
* ¿Cómo reflejas la obra redentora de Cristo en tu vida diaria?
* ¿Qué oportunidades y desafíos enfrentas cuando compartes con otros lo que Jesús ha hecho en tu vida?
Diaconisa Noemí Guerra
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